La tan anunciada "guerra comercial" de Estados Unidos contra China ya es una realidad por su impacto en los mercados internacionales y la incertidumbre que generan a nivel global las estrategias "bÚlicas" del presidente Donald Trump.
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La tan anunciada "guerra comercial" de Estados Unidos contra China ya es una realidad por su impacto en los mercados internacionales y la incertidumbre que generan a nivel global las estrategias "bÚlicas" del presidente Donald Trump.
Puntualmente, Trump avanza con medidas para restringir las inversiones chinas en empresas estadounidenses y bloquear la capacidad de las firmas norteamericanas para vender algunos productos tecnológicos a China.
El objetivo parece más político que económico: como analizó el sitio Vox, se trata de limitar con fuerza el acceso a tecnología de punta por parte de China e intentar obstaculizar el intento del país asiático de convertirse en el principal polo de innovación del mundo.
De este modo, esta estrategia se diferencia de la decisión de Trump anunciada a mediados de este mes de imponer aranceles al ingreso de bienes chinos por 50 mil millones de dólares.
"No hará que le sea más difícil a China vender bienes en Estados Unidos y competir contra sus empresas. Pero golpea la estrategia china de desarrollar su economía en el futuro", explicó la publicación.
La revista progresista Jacobin, analizó a su vez que la "guerra" de Trump se juega en dos frentes diferentes. Por un lado están las acciones contra la Unión Europea, Canadá y MÚxico: en ese caso, son medidas impulsadas por la política "nacionalista de derecha" del presidente estadounidense, que tienen que ver con el eslogan de "AmÚrica Primero", con el que se impuso en las elecciones de 2016. En el caso de las trabas contra China, de fondo, indicaron los analistas de la revista, está una desconfianza de largo plazo por parte de las empresas estadounidenses, que si bien vienen haciendo grandes negocios a partir del contacto con el mercado asiático, están preocupadas por la perspectiva de que se acumule demasiado poder de decisión en Beijing. Por caso, durante 2017, la firma Apple recibió un 20 por ciento de sus ingresos por ventas desde China: en el caso de empresas como Intel (23 por ciento) y Qualcomm (65 por ciento) la proporción es aún mayor.
Por otra parte, las corporaciones estadounidenses desconfían.
El Estado chino sigue una política "desarrollista" que fuerza a las empresas extranjeras a cumplir ciertas condiciones si quieren entrar al mercado de ese país. A diferencia de lo que ocurre en otros países en desarrollo, "el gobierno norteamericano no puede presiona a Beijing para que los hombres de negocios hagan lo que desean en suelo chino", subrayó Jacobin. Esta semana, la perspectiva de la "guerra comercial" generó un desbarajuste en los mercados internacionales