Víctor Aramayo aprieta los puños y con la mirada perdida se pregunta "que tengo que hacer para lograr justicia para mi hija Romina, a quien debo recurrir" y el dolor y la impotencia le ganan a esta padre que se ha quedado sin lágrimas, de tanto llorar el asesinato de su hija Romina.
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Víctor Aramayo aprieta los puños y con la mirada perdida se pregunta "que tengo que hacer para lograr justicia para mi hija Romina, a quien debo recurrir" y el dolor y la impotencia le ganan a esta padre que se ha quedado sin lágrimas, de tanto llorar el asesinato de su hija Romina.
Su salud es cada día más endeble, recién regresado de Buenos Aires donde durante un mes se realizó estudios y chequeos del corazón, ya que es un trasplantado Víctor Aramayo acompañado de su esposa agrega "hoy nuevamente estuve a punto de cometer una locura, ahí en la fiscalía me cruce con Matuk, el que era ministro de Seguridad cuando asesinaron a mi hija y quien tapo todo", para remarcar, "ya no puedo más, todo esto es una burla" manifiesta a el Tribuno.
Su esposa Zenaida Fernandez agrega casi susurrando "llegó de Buenos Aires y tuvo que ser internado de urgencia en Ledesma" a la vez que se ocupa que tome una de las varias pastillas que tiene recetadas.
"Este fiscal es igual que todos
"Cussel jamás nos llamó" afirma Víctor, "a ellos que no les importa, yo tengo pruebas para aportar a la causa y no me llaman" y nuevamente debe ser asistido por Zenaida.
Remarca que "ante esta Puca, después Mamaní, después cualquier otro y Romina nunca" cuando se quiebra y con una bronca que le brota desde el fondo de su pecho dice "no voy a parar jamás, no me van a ganar así tenga que recurrir al presidente, porque este fiscal no es mejor que Farfán, es peor porque ya conoce todo lo que nos toco vivir, por todo lo que pasamos", remarca Víctor antes de alejarse lentamente.