TILCARA (Corresponsal). Las sensaciones que propone la obra de
Daniel Costas son de una gran dedicación al trabajo, plasmada en una producción que suma numerosos óleos, de una búsqueda eficaz por alcanzar ese espíritu que subyace al naturalismo de su tierra, y de ese complejo entramado de vegetación, nubes y cerros que dicen algo más que el mero paisaje.
El andar de cinco horas para llegar a la escuela donde enseñó
dibujo, le ofreció el material visual para componer sus cuadros. Sin embargo eso no completa el conjunto de su muestra, sino la recepción, al mirarlo, de un todo abigarrado sin espacio posible para el vacío, de una humedad que desdibuja los límites de las cosas, y de una suerte de descomposición de lo humano, que no aparece sino como la suposición del pincel tras la tela.
La sensación de la descomposición de lo humano como uno de más de los elementos que se disuelven en tanto cerro agarrado por lo vegetal y lo húmedo hasta deshacerlo. Daniel Costa se define como "artista plástico de Ledesma, con una trayectoria como maestro rural donde enseñaba dibujo."
Nos habla del paisaje y de las nubes, "y uno trata siempre de rescatarlo." Nos cuenta, por ejemplo, "de un viento que pasó cuando dibujaba las nubes, porque cuando hay nubes de tormenta, lo primero que vienen son los vientos. Una vez el viento me tiró una tela terminada sobre una planta con mucha espina, y se rompió la tela."
Así surge uno de los cuadros que presenta en el museo Terry (anécdota parecida a la de los cuervos y los trigales, de Vincent van Gogh), "y como es parte de mi andanza", nos cuenta Daniel Costas, "dije que tiene que estar y la expuse con tantas rajaduras como tiene. Cuando tengo tiempo, salgo y lo dibujo y lo pinto. Otras veces hago el boceto, planteo los colores y paso al taller." Estos comentarios son complemento de la obra que vemos: un artista que se enfrenta con el medio que pretende representar, con el don de un dibujo muy preciso, y que pone el cuerpo ante una naturaleza de la que, en el acto de recrear, devela en su caos secreto, la armonía del contexto.