La gente ganó la calle
Es difícil describir la marcha contra el femicidio, #niunamenos, tal como se la vivió ayer en el centro de Salta. Durante dos horas y media, una multitud marchó desordenadamente por Zuviría y Mitre, entre la plaza 9 de julio y la Legislatura. Pero ese desorden no era un caos, sino una demanda absolutamente pacífica, sin petardos ni corridas, para reclamar al Estado lo que al estado más le cuesta y le duele: la seguridad, en este caso, para las mujeres.
Fue una marcha como la que quisiera convocar cualquier político, pero esta vez la gente dio a la política su verdadera dimensión: la del bien común, la del interés colectivo.
Y hubo dirigentes políticos. La mayoría hizo lo que debía hacer, que es caminar casi anónimamente con la gente. Fue un acto de la ciudadanía, de las organizaciones pequeñas, de los barrios, de los colegios. Muchas chicas jóvenes, grupos de teatro, concurrentes espontáneos.
Miles de hombres y mujeres de Salta transmitieron un mensaje dramático. Reclamaron que los policías actúen con comprensión y mucha energía cuando una mujer plantea una denuncia; que los fiscales y jueces erradiquen el supuesto de que "por algo será" cuando una mujer denuncia a un agresor; que ningún funcionario suponga que una mujer violada, de algún modo, provocó a su violador; que a ningún violento le rebajen la pena para que pueda seguir matando.
También hubo reclamo de cambios en la educación. Porque el machismo está entronizado en una cultura que se transmite en la escuela. Una cultura que enajena la sexualidad y la vivencia personal del propio cuerpo, las sensaciones y los sentimientos. Una cultura que admite, como natural, que el lugar de la mujer es la cocina y que su interés exclusivo los objetos de limpieza o los pañales. El pueblo ganó la calle y no hizo falta que nadie lo llevara; tampoco policías, porque todo fue en paz y orden.
La gente ganó la calle
Es difícil describir la marcha contra el femicidio, #niunamenos, tal como se la vivió ayer en el centro de Salta. Durante dos horas y media, una multitud marchó desordenadamente por Zuviría y Mitre, entre la plaza 9 de julio y la Legislatura. Pero ese desorden no era un caos, sino una demanda absolutamente pacífica, sin petardos ni corridas, para reclamar al Estado lo que al estado más le cuesta y le duele: la seguridad, en este caso, para las mujeres.
Fue una marcha como la que quisiera convocar cualquier político, pero esta vez la gente dio a la política su verdadera dimensión: la del bien común, la del interés colectivo.
Y hubo dirigentes políticos. La mayoría hizo lo que debía hacer, que es caminar casi anónimamente con la gente. Fue un acto de la ciudadanía, de las organizaciones pequeñas, de los barrios, de los colegios. Muchas chicas jóvenes, grupos de teatro, concurrentes espontáneos.
Miles de hombres y mujeres de Salta transmitieron un mensaje dramático. Reclamaron que los policías actúen con comprensión y mucha energía cuando una mujer plantea una denuncia; que los fiscales y jueces erradiquen el supuesto de que "por algo será" cuando una mujer denuncia a un agresor; que ningún funcionario suponga que una mujer violada, de algún modo, provocó a su violador; que a ningún violento le rebajen la pena para que pueda seguir matando.
También hubo reclamo de cambios en la educación. Porque el machismo está entronizado en una cultura que se transmite en la escuela. Una cultura que enajena la sexualidad y la vivencia personal del propio cuerpo, las sensaciones y los sentimientos. Una cultura que admite, como natural, que el lugar de la mujer es la cocina y que su interés exclusivo los objetos de limpieza o los pañales. El pueblo ganó la calle y no hizo falta que nadie lo llevara; tampoco policías, porque todo fue en paz y orden.