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8 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. Dolor inclaudicable

Miércoles, 25 de febrero de 2015 00:00

Tras haber degollado a Tomasito en el campo de batalla, Pablo le dijo a Pedro que no podía regresar para presentarlo a la madre, que lo había perdido de niño, y al padre, que apenas lo había conocido, pero también mirar a los ojos a Tomás para tener decirle que habían matado a su hijo.

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Tras haber degollado a Tomasito en el campo de batalla, Pablo le dijo a Pedro que no podía regresar para presentarlo a la madre, que lo había perdido de niño, y al padre, que apenas lo había conocido, pero también mirar a los ojos a Tomás para tener decirle que habían matado a su hijo.

Las circunstancias de una guerra que los llevó a una situación tan grave no mermaba el modo en que los guerreros se veían a sí mismos, y con ese dolor inclaudicable entraron con la tropa a la ciudad de Tucumán, objetivo de la campaña.

Desde entonces podrían regresar a sus tierras, pero ellos sabían que no podían, y cuando en el campamento se convocó voluntarios para ayudar a los santiagueños en su éxodo, Pablo y Pedro dieron un paso al frente para seguir combatiendo juntos.

Aquello que había más al sur era monte cerrado y salamanca. Cuando los abajeños atacaban la tierra santiagueña, su caudillo arriaba a toda la población hacia la tórrida arboleda donde el enemigo se agotaba, y Pedro y Pablo marchaban a ayudar a esa población prófuga junto a una nutrida partida de puneños.

Todos los que marchaban ya estaban embriagados de guerra al punto de saber que no podían regresar al arado ni al arreo sino seguir peleando, porque la sangre es la más machadora de las bebidas. Pero Pedro y Pablo lo hacían para limpiar de sus ojos la imagen de Tomasito despenado por sus propias manos.

Y siguieron de ese modo por senderos que eran apenas el espacio entre las ramas áridas y espinosas de los árboles que talaban con el filo de la bayoneta.

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