La vida lo llevó a ser el primer fotógrafo de
Mina El Aguilar y un artista plástico que retrató las costumbres y los personajes de la naciente de nuestra Puna con fina sensibilidad.
Su currículum se teje en una vida que es por sí misma una novela. Nos cuenta que "yo no conocía máquina ni vehículo ni nada y cuando venía al pueblo veía un camión que para mí era una casa con ruedas. Venía caminando del Cóndor a la Ciénaga para ir a la escuela por una quebrada angosta, pasando el hielo con los pies todo sangrados".
Recuerda que "de chico iba al ingenio a pelar caña, a San Martín del Tabacal y cuando bajé a La Mendieta me compré una cámara y empecé a sacar fotos porque siempre me ha gustado mucho."
Eran tres hermanos y una hermana, la mayor hoy de 85 años. Nos dice que "mis padres eran bolivianos, y mi finado padre, Encarnación Porcel, era el ahijado de la señorita Helena Rocha".
Helena del Guindo Rocha fue maestra de la escuela de Tejadas y propietaria de extensas fincas hasta mediados del siglo pasado. "Yo le decía que iba a ir al ingenio a pelar cañas y ella me decía: ¿pero qué va a hacer, Juancito? ¿Y el estudio? ¿Con qué va vivir? Pero se habían ido mis hermanos, ¿con quién iba a vivir?".
Recuerda el día en que "mi padre se ha levantado a las cinco para ir a cortar caña y me dice: quédate, Juancito. Se ha ido y más o menos a las once vienen y me dicen: tu papá ha fallecido. Se ha lavado, estaba transpirando, coqueaba, fumaba, se ponía el sombrerito, agarra el cuchillo y cae. Yo tenía once años recién y ya me he criado huérfano".
Entrecierra los ojos como para recordar ese sol tremendo y parece estar viendo sus recuerdos, "en San Martín me he asolado y no me querían contratar, un chaguanquito me ha curado. Me habían dicho: no venga más al Tabacal y no me querían fichar. Yo he aprendido a pelar cañas, a hacer todo, ahora falta el tiempo y falta fuerza".
Su madre, que falleció cuando era niño, "era ollera, hacía ollitas y de ahí que aprendí a hacer cosas, hago encendedores, hago metegoles que ni las jugueterías. Me gustaba todo fabricar y así empecé sacando fotos en La Mendieta. Era cosa que vi de los fotógrafos placeros que había en Jujuy, cosa que para mi terminó siendo un trabajo y una distracción".
Se sienta en el Museo del Pueblo de Tres Cruces, donde varias de las fotografías seleccionadas en los banners son de su autoría y nos relata que "después he entrado a la Mina El Aguilar a trabajar, y ahí tuve un padrino de fotos: Dionisio. Con él he aprendido más de todo ya, incluso a revelar. Revelaba moviendo con el pie despacito, después ya ha llegado lo moderno".
Fue minero desde 1968 hasta que se jubiló después de trabajar por veinte años. Recuerda que "fui maquinista, por eso tengo el reuma. Andaba sobre el motor debajo del cerro, son máquinas chiquitas que van rozando la peña y como llevaba la máquina me he hecho sacar fotos. Así uno pasa el tiempo y no se la pasa pensando".
Una vida que se vuelve difícil de pilotear y lo llevó a la religión: "yo soy seguidor de Jesús y al despuntar el día estoy cantando. Antes era una desgracia, un desastre. Cada Todos Santos, cada Carnaval meta chupar, me estaban por botar. Mi mujer me retaba, me han suspendido hasta que me predicaron la palabra de Dios".
Entonces, casi sin saberlo, acaso sólo para "pasar el tiempo" y aumentar el jornal, se fue convirtiendo en el retratista de los obreros.
"Los que más me encargaban fotos eran todos los mineros, porque yo fui el primer fotógrafo de Mina El Aguilar. Estaba como fotógrafo Dionisio y después no he conocido más nadie, pero él iba, no vivía ahí".
Mira aquella fotografía suya en la que se ve su sombra en el suelo delante de la familia que despacha el almita de un difunto, y "piensa que "ahora ya todo es moderno, es digital y eso no he comprado. Uno se cansa y me han quedado un montón de fotos. Sacaba fotos del panorama, de personas, en el campo, vaya a saber. Andaba con una máquina de blanco y negro y una de color, depende lo que querían. Después ya ha llegado la diapositiva y se ha perdido el blanco y negro".
Pero su obra queda, acaso a la espera de una recopilación más personal y dedicada, en el museo que rescata la historia visual del pueblo de Tres Cruces, donde tuvimos el gusto de escuchar los recuerdos de Juan Mateo Porcel, el primer fotógrafo de El Aguilar.
@Normal:.
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La vida lo llevó a ser el primer fotógrafo de
Mina El Aguilar y un artista plástico que retrató las costumbres y los personajes de la naciente de nuestra Puna con fina sensibilidad.
Su currículum se teje en una vida que es por sí misma una novela. Nos cuenta que "yo no conocía máquina ni vehículo ni nada y cuando venía al pueblo veía un camión que para mí era una casa con ruedas. Venía caminando del Cóndor a la Ciénaga para ir a la escuela por una quebrada angosta, pasando el hielo con los pies todo sangrados".
Recuerda que "de chico iba al ingenio a pelar caña, a San Martín del Tabacal y cuando bajé a La Mendieta me compré una cámara y empecé a sacar fotos porque siempre me ha gustado mucho."
Eran tres hermanos y una hermana, la mayor hoy de 85 años. Nos dice que "mis padres eran bolivianos, y mi finado padre, Encarnación Porcel, era el ahijado de la señorita Helena Rocha".
Helena del Guindo Rocha fue maestra de la escuela de Tejadas y propietaria de extensas fincas hasta mediados del siglo pasado. "Yo le decía que iba a ir al ingenio a pelar cañas y ella me decía: ¿pero qué va a hacer, Juancito? ¿Y el estudio? ¿Con qué va vivir? Pero se habían ido mis hermanos, ¿con quién iba a vivir?".
Recuerda el día en que "mi padre se ha levantado a las cinco para ir a cortar caña y me dice: quédate, Juancito. Se ha ido y más o menos a las once vienen y me dicen: tu papá ha fallecido. Se ha lavado, estaba transpirando, coqueaba, fumaba, se ponía el sombrerito, agarra el cuchillo y cae. Yo tenía once años recién y ya me he criado huérfano".
Entrecierra los ojos como para recordar ese sol tremendo y parece estar viendo sus recuerdos, "en San Martín me he asolado y no me querían contratar, un chaguanquito me ha curado. Me habían dicho: no venga más al Tabacal y no me querían fichar. Yo he aprendido a pelar cañas, a hacer todo, ahora falta el tiempo y falta fuerza".
Su madre, que falleció cuando era niño, "era ollera, hacía ollitas y de ahí que aprendí a hacer cosas, hago encendedores, hago metegoles que ni las jugueterías. Me gustaba todo fabricar y así empecé sacando fotos en La Mendieta. Era cosa que vi de los fotógrafos placeros que había en Jujuy, cosa que para mi terminó siendo un trabajo y una distracción".
Se sienta en el Museo del Pueblo de Tres Cruces, donde varias de las fotografías seleccionadas en los banners son de su autoría y nos relata que "después he entrado a la Mina El Aguilar a trabajar, y ahí tuve un padrino de fotos: Dionisio. Con él he aprendido más de todo ya, incluso a revelar. Revelaba moviendo con el pie despacito, después ya ha llegado lo moderno".
Fue minero desde 1968 hasta que se jubiló después de trabajar por veinte años. Recuerda que "fui maquinista, por eso tengo el reuma. Andaba sobre el motor debajo del cerro, son máquinas chiquitas que van rozando la peña y como llevaba la máquina me he hecho sacar fotos. Así uno pasa el tiempo y no se la pasa pensando".
Una vida que se vuelve difícil de pilotear y lo llevó a la religión: "yo soy seguidor de Jesús y al despuntar el día estoy cantando. Antes era una desgracia, un desastre. Cada Todos Santos, cada Carnaval meta chupar, me estaban por botar. Mi mujer me retaba, me han suspendido hasta que me predicaron la palabra de Dios".
Entonces, casi sin saberlo, acaso sólo para "pasar el tiempo" y aumentar el jornal, se fue convirtiendo en el retratista de los obreros.
"Los que más me encargaban fotos eran todos los mineros, porque yo fui el primer fotógrafo de Mina El Aguilar. Estaba como fotógrafo Dionisio y después no he conocido más nadie, pero él iba, no vivía ahí".
Mira aquella fotografía suya en la que se ve su sombra en el suelo delante de la familia que despacha el almita de un difunto, y "piensa que "ahora ya todo es moderno, es digital y eso no he comprado. Uno se cansa y me han quedado un montón de fotos. Sacaba fotos del panorama, de personas, en el campo, vaya a saber. Andaba con una máquina de blanco y negro y una de color, depende lo que querían. Después ya ha llegado la diapositiva y se ha perdido el blanco y negro".
Pero su obra queda, acaso a la espera de una recopilación más personal y dedicada, en el museo que rescata la historia visual del pueblo de Tres Cruces, donde tuvimos el gusto de escuchar los recuerdos de Juan Mateo Porcel, el primer fotógrafo de El Aguilar.
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