Usted comprenderá que así no se puede vivir, le dijo el Diablo a la perrita negra. ¿Y qué hace usted aquí en vez de quedarse en su hogar con quienes la quieren tanto?, le preguntó y la perrita negra le respondió que había viajado tanto para que le explicara la causa del fin del Carnaval.
Usted sabe que hubo un Miércoles de Cenizas tras el que nadie recordó que seguía el Carnaval Chico, siguió la perrita negra, y entonces nadie enterró al Diablito y las cabezas se quedaron llenas de talco. Yo sólo quería que me respondiera eso, le dijo, pero veo que tiene muchos problemas.
Como el Diablo es poderoso, con sólo un abrir y cerrar de ojos la llevó hasta lo alto de una montaña donde nadie los molestaría. Allí le empezó a explicar lo que había sucedido, que cualquiera que lo escuché podrá pensar que es algo menor o sólo una excusa, pero parece que es algo más serio.
Todo empezó con un joven que, una mañana de febrero, pensó que era bueno disfrazarse y pasar el Carnaval en la Quebrada. Todo empezó así de fácil, en la ciudad, y ese joven de que le hablo fue hasta un negocio de disfraces, se compró uno rojo y cornudo, lo puso en un bolso y, sin mayores precauciones, sacó un pasaje para Tilcara.
La cosa, le dijo el Diablo a la perrita, es que se puso el disfraz en la terminal, compró una docena de espumas y empezó a ensuciar a diestra y siniestra, y tan divertido estaba, le dijo el Diablo a la perrita, que creyó que eso era el Carnaval pues. ¿Y por eso es que ya no hubo más carnavales?, le preguntó la perrita asombrada.