Con fervor religioso, aromas andinos e identidad local, la tradicional Feria de Santa Anita volvió a reunir a vecinos, productores y turistas en la localidad de Tumbaya. Miniaturas de comidas, tejidos, productos locales, artesanías y documentos simbólicos renovaron la tradición de la colorida feria de la Quebrada.
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Con fervor religioso, aromas andinos e identidad local, la tradicional Feria de Santa Anita volvió a reunir a vecinos, productores y turistas en la localidad de Tumbaya. Miniaturas de comidas, tejidos, productos locales, artesanías y documentos simbólicos renovaron la tradición de la colorida feria de la Quebrada.
En la pintoresca localidad quebradeña, la feria tradicional reunió una vez más a artesanos, productores y vecinos que, con esmero y creatividad, recrearon en miniatura todo un universo de sabores típicos y expresiones culturales de la región. Hubo diminutos tejidos, muñecos y juguetes además de infaltables tamales de charqui, empanadillas de cayote, maicenas de quinua y pochoclos elaborados con este milenario grano andino, variedad de productos que captaron la atención de turistas y visitantes.
"El objetivo de esta feria es promocionar la producción local, respetar nuestras tradiciones y sobre todo, honrar el sentido religioso que nos convoca", explicó Liliana Valderrama, referente de la oficina de Turismo de Tumbaya quien destacó la participación de productores y artesanos de Bárcena, Volcán, Cianzo, Tumbaya Grande y del lugar.
Conocida simbólicamente como la "República de Santa Anita", la feria recreó una ciudad en miniatura donde los visitantes tenían que registrarse, obtener un DNI en miniatura y pasar por un mini banco que les entregaba billetes diminutos para poder comprar. Había Registro Civil, la Policía simbólica, que "detenía" a quienes no portaban su documentación y puestos temáticos.
Uno de los principales atractivos fueron las elaboraciones en miniatura de postres, tortas y comidas regionales. Mónica Ríos, vecina de Tumbaya, manifestó: "Traje postrecitos con quinua, gelatina con crema, buñuelos, empanadillas con cayote, maicenitas, api y más. Empezamos a prepararnos una semana antes y siempre participo porque me encanta mostrar lo nuestro". Según dijo, los turistas buscan productos que representen la identidad local; cayote, api y quinua son los ingredientes más valorados.
Graciela Quispe, oriunda de Tumbaya, pero radicada en San Salvador, llevó un stand de artesanías en porcelana fría, además de reciclados de pasaportes y títulos universitarios en miniatura. "Hace cinco años emprendimos para participar y empezamos a preparar todo un mes antes. Muchas de las cosas que ofrecemos son simbólicas, y según la tradición, si las comprás con fe pueden hacerse realidad. Por ejemplo, una casita puede significar el sueño de la casa propia", indicó Graciela.
También dijo presente Lidia Cruz, quien hace 15 años expone comidas regionales en miniatura. Este año ofreció tamales con harina de maíz y charqui, otros elaborados con harina kulli, usada para api, rellenos de queso de cabra, galletitas con harina de uva, prendas tejidas para muñecas, y maquetas que retrataban escenas de la Pachamama con comida, queso de vaca y aguaymanto.
Los puestos se completaron con una variada oferta de alfajores, porotos secos, zapallos, habas, papas andinas, pelones, pochoclos y hierbas como rica rica, verbena, cola de caballo y arca. También se ofrecieron vinos y licores artesanales de yacón, mandarina, lima, además de jugos naturales.
Nancy Machaca presentó la "Tiendita de Vicentita (Puca)", con tejidos de su abuela. Allí destacó la fibra de llama transformada en llaveros, animalitos, ovejitas, ropitas, escarpines, ollitas de la fortuna, casitas y cuadros. "Todo lo que se regala en Santa Anita es un deseo que se ofrece al otro para que lo cumpla", afirmó.
Desde Maimará, Carmela Casas llegó con dulces de cayote e higos, escabeche y salpicón de llama, licor de maracuyá y de muña muña, cerveza artesanal negra y roja, pochoclos de quinua, masitas de quínua y cáscaras de naranja confitadas. "Maimará es zona agrícola, entonces vamos elaborando según lo que da la tierra: escabeches, pickles, repollitos, frutas de estación. Ahora estamos con el cayote, duraznos, peras y manzanas", comentó.
En tanto, Betty de Garzón, vecina de Falda de Chorrillos, presentó una sidra artesanal de manzana producida en su finca. "La papa del aire, o papa rucha, es nuestro dulce más novedoso. Hacemos también vinagre de manzana, todo en pequeña escala. Hace ocho años aprendimos en un taller del Inta con gente de Villa Regina. Ahora quedamos solo tres productores porque es un proceso largo y no tan rentable, pero seguimos", dijo.
Luciano Velázquez, productor de Volcán, también aprovechó la ocasión para comercializar sus productos: papa collareja, oca, zapallo, cayote, yacón, porotos, manzana, además de hierbas como laurel y borraja.
Además, la feria contó con servicios gastronómicos con platos calientes como asado de cordero, tamales y empanadas, que perfumaban el aire y convocaban a los presentes a sentarse y almorzar. La música en vivo fue de Jorge Bustamante y su conjunto carpero.