Desde tempranas horas, se pudo observar a vecinos y vecinas portando ramos de flores y coronas cuidadosamente preparados, algunos con mensajes y nombres de sus fieles difuntos. El silencio respetuoso se entrelazaba con murmullos de plegarias, mientras cada tumba se convertía en altar íntimo de encuentro espiritual.
La jornada estuvo marcada por dos celebraciones litúrgicas que congregaron a numerosos creyentes: una misa a las 9 de la mañana y otra al mediodía, ambas presididas con solemnidad y recogimiento por el padre Fernando Vilte . En cada ceremonia, se elevaron plegarias por el descanso eterno de quienes partieron, y se renovó el vínculo espiritual que une a las familias con sus ancestros.
Tras la visita al cementerio y la misa, muchas familias regresaron a sus hogares para continuar con la tradición de levantar las mesas en honor a sus difuntos. Sobre manteles se dispusieron ofrendas que incluían golosinas, frutas, comidas típicas y aquellos sabores que el ser querido disfrutaba en vida. Este gesto, cargado de afecto , transforma el hogar en espacio de reencuentro de familiares , amigos y conocidos, donde el recuerdo se vuelve presencia.
“Venimos todos los años, es nuestra manera de seguir cerca”, expresó una vecina , quien junto a su hijo encendió velas en la sepultura de su esposo. Como ella, muchas familias vivieron este momento como una tradición cargada de fe y afecto.
La jornada, marcada por el sol radiante de noviembre, dejó imágenes conmovedora: flores frescas sobre las tumbas , niños preguntando por sus abuelos, adultos mayores recordando historias, y una comunidad que, en su conjunto, honra a sus difuntos como parte viva de su cultura.