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Velorios y entierros en el Jujuy de otros tiempos

En 1863 el Gobierno de Araoz terminó con la vieja costumbre española de sepultar los muertos en las iglesias.

Viernes, 21 de noviembre de 2025 00:00
JUJUY DE ANTAÑO | CEMENTERIO EL SALVADOR INAUGURADO EN 1910.

Recordando tiempos pasados de velorios y entierros en Jujuy encontré datos escritos por Félix Infante "Los Intendentes" que son interesantes como por ejemplo en abril del año 1863 el gobernador Daniel Araoz dispone terminar con la vieja costumbre española de sepultar los muertos en las iglesias y se realicen en el cementerio conocido "Punta del Diamante" con un espacio destinado para los muertos de otras religiones o credos.

En julio de 1869 Delfín Aguilar "mandó construir un carro fúnebre de primera clase para evitar que los cadáveres no fueran conducidos al cementerio sin la decencia correspondiente".

En el año 1896 el presidente de la Municipalidad doctor Manuel Padilla termina con la vieja costumbre del velado del angelito evitando el derroche de alcohol, vino y chicha en reuniones y pésames "que son verdaderas farras que no es posible consentir, al igual que doblen las campanas" decidiendo imponer severas multas por la Municipalidad como otros tantos más.

Ahora cuento recordando mi niñez y lo que me decían en ese entonces que no deja de ser "particular", aclarando que por la edad, miramos y escuchamos a la distancia lo que ocurría; los menores debían estar lejos y la organización del velorio por ser dolorosa y difícil solo los grandes participaban.

La costumbre era vestir al que moría: los hombres con saco, la mujer con vestido claro y párvulos con ropa blanca. En ese época no se ocupaban las salas velatorias. El velorio se hacía en el domicilio de quien falleció y por lógica en la sala principal convertida en capilla ardiente y en el medio el ataúd de madera donde se deposita "al occiso". En el piso una alfombra y encima, una mesa asentada en caballetes con el féretro y la cruz, coronas y palmas. No faltaban las cuatro velas encendidas que luego me enteré que tiene un significado cada una: la cruz de Cristo, la corona de espinas, los clavos y la túnica roja. Por supuesto: el rezo del santo rosario varias veces durante la noche y entre misterio y misterio cantos y plegarias por el descanso del alma.

Al ingresar a la casa y como habitualmente aún existe, a un costado, un tarjetero en forma de atril con una ranura. Se coloca el nombre con las adhesiones que dejaban los concurrentes a quien luego se les agradece por nota. Se guardaba silencio y respeto, y ningún asistente se atrevía reír o hablar fuerte.

Siempre un sacerdote concurría al rezo con familiares y amigos hasta el entierro en que se despedían los restos. La puerta principal de acceso a la casa estaba entornada con un crespón negro para que sepan el dolor que se sentía por la muerte.

CORTEJO FÚNEBRE | FAMILIARES DEL DIFUNTO Y VECINOS RUMBO AL CEMENTERIO.

Y toda una ceremonia: de puño y letra con un destino se preparaban los sobres incorporando en ellos, las tarjetas impresas en una cartulina con borde negro. Era la participación de fallecimiento con nombre - apellido, fecha del deceso y edad, con una oración y fotografía; al costado otra cruz con palma y moño. Se agregaba una tarjeta de oración con la foto del muerto o una imagen religiosa con una leyenda dando descanso eterno.

Los familiares y amigos reunidos con pesar, acompañaban con tristeza. Por precaución para confirmar que no "resucitara el velado" dando señales de vida el velorio no podía durar menos de cuarenta y ocho horas. Ese "aguante" se llamaba muerte aparente, letargo o catalepsia y no se enterraba hasta la confirmación que no hubiera señales de vida. Por lógica, al durar tantas horas se convertía el lugar en una ocasión social para la comunidad. Y los chicos, como en mi caso, observamos a la distancia lo que sucedía con la prohibición de acercarse en señal de respeto.

Mientras el rezo no paraba en las mujeres elevando sus oraciones, los hombres afuera fumaban. La familia, en señal de agradecimiento por la compañía, pasaban las bandejas con grapa, ginebra, anís, chicha (años antes era uso habitual) o vino en invierno y en verano, café con frituras no faltando convidar empanadas y pan casero.

íY cuidado si el fallecido era una autoridad! Se dictaba un decreto adhiriéndose al duelo estableciendo los días y un solemne funeral con las banderas oficiales a media asta para demostrar en forma visible y respetuosa el respeto. El velatorio se realizaba en la Legislatura y en Casa de Gobierno decreto mediante, y publicación en los diarios y comentarios elocuentes que cubrían páginas enteras. Y a prepararse para el sepelio. El cortejo fúnebre partió desde la casa con el ataúd en hombros que los hombres llevaban sosteniéndolo con tantas manijas de acuerdo a lo solicitado. Iban a pie unas cuadras y luego lo subían a la carroza. Al tiempo me entere que el servicio podía ser de primera con carruaje tirado por cuatro caballos negros llamados percherones por el tamaño y los cascos lustrados para una mejor presentación además del uso de uno o dos coches destinado a los familiares. Otro servicio era más económico se realizaba con dos caballos sin la pompa anterior. No podía faltar el conductor y acompañante debían usar traje, sombrero y guante.

Siempre el recorrido la costumbre impone para ir al cementerio "bajar" por calle San Martín pasando por la Casa de Gobierno y al llegar a Gorriti la calle San Martin se convertía en un boulevard. Los negocios por donde pasaba el carruaje por respeto entornaba sus puertas.

1950 | CARROZA FÚNEBRE TIRADA POR CABALLOS.

Mientras, el sacerdote esperaba en la puerta del cementerio para celebrar una misa de cuerpo presente. Las mujeres siempre rezando, rezando el Padre nuestro como era el estilo en ese entonces.

Los parientes cercanos usaban una cinta negra en un brazo o también en la solapa, mientras que las mujeres y sobre todo la viuda se vestían de negro lo que duraba mucho tiempo hasta un año.

Y los chicos, ahora sí, participamos acompañando a los padres, familiares y amigos hasta el cementerio.

Al llegar a la bóveda o nicho comenzaban la "despedida". Todos haciendo referencia a la trayectoria, el desempeño y la conducta de quien fuera en vida. Largos y muchos discursos se escuchaban y en todos sin excepción contaban las virtudes del fallecido. Cuanto más importante el muerto más discursos al igual que los comentarios en los diarios y participaciones fúnebres cubriendo páginas enteras. El entierro sin duda era interminable.

Los nueve días siguientes se rezaba el Rosario y la novena por la tardecita. El último día -el noveno- la oración debería ser más larga despidiendo al fallecido en el tránsito a otra vida.

Cuántos recuerdos de ese Jujuy tan distinto al actual que resulta interesante recordar o conocer. (Autoría Fernando Zurueta).

 

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