En la investigación del triple narcofemicidio de Florencio Varela, el rastro digital se bifurca en dos caminos opuestos, el de las plataformas masivas y controladas, y el de las aplicaciones clandestinas diseñadas para el anonimato. La red social TikTok salió al cruce de las versiones periodísticas con un comunicado oficial en el que negó de manera categórica que el hecho sangriento se hubiera transmitido en vivo a través de su servicio. La empresa afirmó que, tras una “exhaustiva investigación”, no encontró “registro de un video relacionado con este caso” y destacó el trabajo de su equipo de Trust & Safety, que combina inteligencia artificial y control humano para remover contenidos violentos.
Sin embargo, el foco de la investigación apunta a “Zangi”, una aplicación de mensajería de origen armenio que, según el especialista en ciberseguridad Ariel Corgatelli, fue la utilizada por el principal sospechoso, “Pequeño J”, para presuntamente transmitir en vivo el asesinato. La app, que existe desde 2013 y cuenta con cifrado militar, opera bajo una lógica que representa un desafío mayúsculo para las autoridades.
La clave de la problemática, explicó Corgatelli, radica en que Zangi “no deja ninguna información alojada en la nube porque la información viaja de equipo a equipo”. A diferencia de aplicaciones como WhatsApp o Telegram, los chats, llamadas o videos solo quedan almacenados si el usuario así lo configura previamente en su dispositivo. Este sistema de transmisión punto a punto, sumado a que no requiere de usuario ni contraseña para crear chats efímeros, la convierte en una herramienta ideal para actividades ilícitas.
Respecto de la posibilidad de recuperar la supuesta transmisión del crimen, el especialista fue claro: “Hay que ver si, quien realizó la transmisión en vivo, la guardó o no”. Bloquear la aplicación a nivel de proveedores de internet también parece una tarea casi imposible, ya que su cifrado y el uso de múltiples protocolos de salida le permiten evadir los bloqueos. La única forma de acceder a ese contenido en tiempo real, según Corgatelli, sería mediante una infiltración en la conversación o que un tercero grabara directamente la pantalla durante la transmisión.
El caso del triple de narcofemicidio expone así la dramática dualidad del ecosistema digital actual. Por un lado, plataformas globales que, bajo escrutinio público, implementan sistemas de control y colaboran con la justicia. Por el otro, existe un submundo de aplicaciones especializadas en el secreto, diseñadas desde sus cimientos para que ni siquiera la justicia pueda cruzar sus puertas.