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17 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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A 175 años de su muerte: el ocaso solitario del Libertador San Martín en Francia

Enfermo, casi ciego y a 11 mil kilómetros de América, el prócer argentino enfrentó sus últimos días con lucidez en una casa frente al Canal de la Mancha. Una crónica íntima del héroe que liberó tres naciones y murió en el exilio.

Domingo, 17 de agosto de 2025 09:03

El 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde, José de San Martín exhaló su último aliento en una habitación del segundo piso de la casa ubicada en la Grande Rue 105 de Boulogne-sur-Mer, Francia. Tenía 72 años, su cuerpo estaba devastado por la gota, el reumatismo, el asma y una úlcera gástrica que le provocaba hemorragias constantes. Prácticamente ciego por cataratas, rodeado de su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y sus dos nietas, el Libertador de Argentina, Chile y Perú moría a 11.000 kilómetros de la tierra por la que luchó.

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El 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde, José de San Martín exhaló su último aliento en una habitación del segundo piso de la casa ubicada en la Grande Rue 105 de Boulogne-sur-Mer, Francia. Tenía 72 años, su cuerpo estaba devastado por la gota, el reumatismo, el asma y una úlcera gástrica que le provocaba hemorragias constantes. Prácticamente ciego por cataratas, rodeado de su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce y sus dos nietas, el Libertador de Argentina, Chile y Perú moría a 11.000 kilómetros de la tierra por la que luchó.

Un exilio forzado por la revolución

San Martín llegó a esta villa costera del norte de Francia en 1848, huyendo de los disturbios en París tras la caída del rey Luis Felipe I. Sabía que sería su refugio final. En la casa —hoy museo propiedad del Estado argentino— conservaba su pasión por la lectura: aunque ya no veía, hacía que su hija, nietas o su fiel sirviente peruano Eusebio Soto le leyeran en español, francés e inglés. Un daguerrotipo tomado poco antes de dejar París lo muestra enjuto y canoso: es la única imagen real del prócer y hoy se exhibe en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires.

Pese al dolor que le causaba subir escaleras, insisitía en pasear por el jardín. Los baños termales eran su único alivio, pero un viaje a Enghien-les-Bains en junio de 1850 solo agravó su estado. El cólera que asoló Boulogne-sur-Mer en 1849 también lo había debilitado.

La despedida: lucidez hasta el último día

La noche del 13 de agosto, con fiebre y quejumbroso, San Martín murmuró a Mercedes: "C’est l’orage qui mène au port" ("Es la tormenta que lleva al puerto"). Sin embargo, sus últimas 48 horas sorprendieron a todos: amaneció conversador y afectuoso. La mañana del 17, después de que su hija le leyera los diarios, un dolor estomacal lo dobló en gritos. Pidió a su yerno que lo llevara a la cama para no angustiar a Mercedes. Murió sin agonía, acompañado por su médico y amigos cercanos.

El largo regreso a casa

Velado dos días en su casa, su féretro fue llevado a la Catedral de Notre-Dame de Boulogne. La placa en su bóveda rezaba: "Guerrero de la Independencia argentina; Libertador de Chile y del Perú". Aunque pidió ser enterrado en Buenos Aires, su cuerpo tardó 30 años en cruzar el Atlántico debido a disputas políticas. Recién el 28 de mayo de 1880 sus restos llegaron a la Catedral Metropolitana, donde hoy descansan.

San Martín no tuvo bisnietos: su hija Mercedes falleció joven, y Josefa Dominga —su última descendiente directa— murió en 1924 en Francia, dedicada a preservar su legado. Hoy, a 175 años de su muerte, la casa de Boulogne-sur-Mer exhibe sus pertenencias, mientras su humilde cama de hierro y sus muebles se conservan en Buenos Aires. Testigos silenciosos del hombre que liberó continentes y murió contemplando un mar ajeno.

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