25 de Junio,  Jujuy, Argentina
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La libertad de elegir

Viernes, 20 de junio de 2025 01:04

La libertad de elegir es uno de los mayores dones que poseemos como seres humanos, y al mismo tiempo, una de las responsabilidades más complejas que enfrentamos. Desde que despertamos cada mañana hasta que cerramos los ojos al final del día, estamos tomando decisiones. Algunas son pequeñas, casi automáticas, como qué ropa usar o qué comer; otras, en cambio, marcan el rumbo de nuestra vida: con quién compartir el tiempo, qué sueños perseguir, a qué renunciar, qué batallas luchar o qué verdades sostener.

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La libertad de elegir es uno de los mayores dones que poseemos como seres humanos, y al mismo tiempo, una de las responsabilidades más complejas que enfrentamos. Desde que despertamos cada mañana hasta que cerramos los ojos al final del día, estamos tomando decisiones. Algunas son pequeñas, casi automáticas, como qué ropa usar o qué comer; otras, en cambio, marcan el rumbo de nuestra vida: con quién compartir el tiempo, qué sueños perseguir, a qué renunciar, qué batallas luchar o qué verdades sostener.

Pero, aunque parezca obvio, no siempre somos conscientes del poder que hay detrás de cada elección, ni del profundo impacto que tiene sobre nuestra existencia. Elegir implica necesariamente renunciar. No se puede tener todo, no se puede ser todo, no se puede estar en todas partes.

Cada elección abre una puerta, pero también cierra otras. En este sentido, la libertad de elegir no es simplemente una cuestión de oportunidades disponibles, sino de lucidez interior.

¿Desde dónde elegimos? ¿Desde el deseo auténtico o desde el temor? ¿Desde la búsqueda de sentido o desde la presión externa?

Vivimos en una época en la que la cantidad de opciones parece infinita, pero esa abundancia no siempre significa verdadera libertad. A menudo nos sentimos abrumados, paralizados por la duda o arrastrados por la inercia. Elegimos, sí, pero sin saber por qué, sin preguntarnos qué queremos realmente. La libertad de elegir está estrechamente ligada a la conciencia. No podemos hablar de verdadera libertad si no estamos atentos a lo que sentimos, pensamos y valoramos. Muchas decisiones se toman en piloto automático, condicionadas por la cultura, la familia, la educación o el miedo al juicio de los demás.

Aprender a elegir con libertad implica, entonces, un proceso de autoconocimiento, de cuestionamiento, de coraje para alejarnos de lo que no nos representa, aunque sea lo esperado o lo cómodo. Es también aceptar que nuestras elecciones pueden equivocarse, que errar es parte del proceso, y que rectificar es, en sí mismo, otra forma de libertad.

La madurez emocional se manifiesta, en gran parte, en nuestra forma de elegir. El niño elige por impulso, por necesidad inmediata. El adulto que se ha conocido a sí mismo elige con una mirada más amplia, considerando las consecuencias, los valores, el impacto en otros. No siempre es fácil.

A veces, lo que queremos choca con lo que debemos. Otras, lo que sentimos entra en conflicto con lo que pensamos. Pero ahí está el desafío: en decidir de manera coherente, en alinear nuestras elecciones con lo que somos y con la vida que deseamos construir.

También hay elecciones que no parecen tales. Circunstancias que se nos imponen sin pedir permiso: una pérdida, una enfermedad, un fracaso. En esos momentos, la libertad se transforma. Ya no se trata de elegir lo que sucede, sino cómo lo enfrentamos, cómo nos posicionamos frente a lo inevitable. Esa también es una elección poderosa. Elegir levantarse, seguir adelante, aprender del dolor, reinventarse. La vida no siempre nos pregunta, pero siempre nos da la oportunidad de responder con dignidad y sentido.

En última instancia, la libertad de elegir es una manifestación de nuestra humanidad. Es el espacio donde se cruzan nuestras emociones, nuestra razón y nuestra voluntad. Es un acto íntimo y, al mismo tiempo, profundamente social, porque nuestras decisiones afectan a otros, modelan relaciones, inspiran o hieren. Por eso, elegir con libertad no es solo un derecho, es una forma de respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás.

No hay elección perfecta, pero sí hay elecciones honestas. Y eso es lo que nos da paz. Saber que decidimos con el corazón despierto, con la mente clara, sin traicionarnos. No siempre sabremos si elegimos lo mejor, pero al menos sabremos que fuimos fieles a lo que sentimos en ese momento. Y eso, al final del día, es lo que nos permite caminar livianos, mirar atrás sin arrepentimientos, y seguir adelante con la certeza de que la vida, en gran medida, se construye con cada decisión que tomamos, por pequeña que parezca. Namasté. Mariposa Luna Mágica.

 

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