La semana pasada hablamos del miedo. Y sentí, profundamente, que podíamos recorrer este camino juntos. Que cada semana podríamos iluminar un miedo distinto, porque todos llevamos alguno escondido bajo la piel, en la voz, en el estómago, en la piel o en los silencios.
Y si vos querés, podés escribirme tu miedo. Este espacio no reemplaza un proceso terapéutico, pero sí puede poner palabras donde a veces duele ponerlas sola/o. A veces, nombrar ya es comenzar a sanar.
Hoy quiero hablarte de un miedo que tuve. Uno que quizá sea también el tuyo. El miedo a engordar: cuando el cuerpo habla lo que el alma calla.
Hubo un momento de mi vida en el que comencé a subir de peso. Y entendí que aquello iba mucho más allá de lo que comía. Era lo que me tragaba sin poder decir "no". Eran dolores que tomaba como míos, eran memorias antiguas de no soltar, eran lealtades silenciosas.
Luego, tras algunas decisiones y cambios en mi vida, bajé de peso. Me sentí más joven, más liviana, más en mí. Y ahí apareció otro miedo: miedo a perder eso, miedo a volver atrás, miedo a que mi cuerpo no me acompañe, miedo a que algo se rompa si me aflojo un poco.
Ese miedo es más común de lo que creemos. Porque el cuerpo, como dice Bessel van der Kolk (2014), "lleva la cuenta" guarda huellas de lo que vivimos, incluso cuando nuestra mente decide olvidar. Y también porque la cultura nos enseñó a medir valor en kilos y tamaños, no en historias, resiliencia o luz interior. Pero somos más que eso. Siempre fuimos más que eso.
El miedo como memoria biológica. La neurociencia explica que el miedo no es solo una emoción: es un sistema de supervivencia alojado en estructuras profundas como la amígdala y el sistema límbico (LeDoux, 1996).
Cuando subimos o bajamos de peso abruptamente, nuestro cerebro interpreta "cambio" como "peligro", y activa respuestas defensivas. Por eso el miedo a engordar no es banal. Es un miedo que toca identidad, pertenencia, autoestima, aceptación y memoria emocional. Toca heridas antiguas: ser mirada, ser juzgada, ser suficiente.
Desde una mirada holística, el cuerpo no solo metaboliza comida: metaboliza experiencias. El peso puede simbolizar cargas, historias heredadas, mandatos y hasta emociones no digeridas. Como señala la psicología somática, "el cuerpo grita lo que la mente calla" (Ogden, 2006).
Inspirada en esto, te comparto esta guía para abrazar tu cuerpo y liberar el miedo a engordar.
Ejercicio de reflexión: escribí lo que tu alma tenga para decir. Tomá papel, respirá hondo y respondé: ¿Qué es lo que más temo que pase si aumento de peso? ¿De dónde viene esa creencia? ¿Es mía, es heredada, es cultural? ¿Cómo me siento cuando me permito descansar, disfrutar, comer con calma? ¿Qué cosas hace mi cuerpo por mí todos los días que no dependen de su peso? Si pudiera hablarle a mi cuerpo como a un amigo, ¿qué le diría hoy?
Este ejercicio activa el cerebro prefrontal, clave para transformar miedo en comprensión.
Rara vez las emociones vienen solas. Junto a una emoción, se enlaza la otra. Por ello te dejo algunos pasos para tomar conciencia y comenzar a soltar la ansiedad del cuerpo. Reconocer: El miedo a engordar no es un capricho: es una emoción con raíces. Reconocerlo ya es empezar. Preguntarte: ¿De verdad valgo menos si mi cuerpo cambia? ¿O eso me lo enseñaron?
Cuidar: Cuidarte no es castigarte: moverte porque te da placer, comer porque te nutre, descansar porque sos importante.
Rodearte: Elegí gente, redes y voces que te hagan bien.El entorno impacta en la autoimagen más de lo que creemos.
Celebrar: Lo pequeño es enorme: comer sin culpa, mirarte con cariño, descansar sin miedo. Eso también es sanar.
Por último, regalate el espacio y el tiempo para que tu cuerpo escuche una voz consciente: "Querido cuerpo, te reconozco como mi casa. Gracias por sostenerme, por respirar, por latir, por caminar, por abrazar. Perdón por las veces que te rechacé o te exigí demasiado. Hoy elijo mirarte con ternura, alimentarte con respeto y escucharte con amor". Imaginá una luz dorada recorriéndote. La visualización, según Davidson (2021), regula la respuesta de estrés y activa circuitos de calma. "Soy suficiente en cada forma que tome mi cuerpo. Mi esencia no pesa, no engorda, no se mide: se siente y se ama".
"Mi cuerpo es sabio. Libero lo que ya no necesito, y mi piel y mi ser se renuevan".
Es humano sentir miedo. Es humano necesitar sostén. Es humano no poder solo/a. Pero también es humano -y profundamente espiritual- animarnos a mirarnos con amor. Si este miedo es tuyo, te abrazo.Y si querés compartirlo, leerlo conmigo o transformarlo, acá estoy.
(*) Licenciada en Psicología; coach ontológico profesional; magíster en Salud Pública con mención en Atención primaria de la salud; especialista en Salud Pública; facilitadora en procesos de comunicación, resolución de conflictos, expansión de la conciencia, liderazgo; coordinación de grupos y conciencia de redes; y facilitadora en entrenamientos a líderes en gestiones de oratoria y comunicación. pamela_arraya@yahoo.com.ar, cel. 3884416256.