Hace más de dos décadas, un pequeño grupo de médicos jujeños logró algo que resonó en todo el mundo académico: confirmar por primera vez en Argentina, la presencia de Rickettsia rickettsii, la bacteria que causa la fiebre manchada o fiebre de las Montañas Rocosas, una patología grave transmitida por garrapatas.
La investigación, realizada en conjunto con expertos del Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, posicionó a Jujuy como un faro científico internacional.
Hoy, parte de los protagonistas vuelven a reunirse para revalorizar aquel hito y reflexionar sobre el nivel que supo tener la provincia en materia de infectología.
El infectólogo Carlos Remondegui, quien encabezó aquella investigación histórica desde el Servicio de Infectología y Medicina Tropical del hospital “San Roque”, y Gustavo Echenique, actual presidente del Colegio Médico de Jujuy y residente de Remondegui, repasaron en diálogo con El Tribuno de Jujuy ese momento y analizaron el presente, marcado por una preocupante “miopía política” que descuidó uno de los polos científicos más importantes del país.
En la década del ‘90, en Jujuy los médicos del servicio de Infectología ya se movían como una “colmena”, un espacio hiperactivo, con rotaciones internacionales, estudios permanentes y una mística poco común en un hospital público. Era un ambiente donde “todos tenían las antenitas bien puestas”, recordó Remondegui. En ese contexto, llegaron noticias preocupantes desde el hospital de Niños sobre chicos fallecidos con cuadros febriles, manchas en la piel y antecedente de contacto con garrapatas. Situación que encendió las alarmas dado que nada terminaba de encajar con los diagnósticos habituales. El equipo observó un patrón clínico que no respondía a dengue, leptospirosis ni hantavirus. Allí apareció la primera chispa, y la atención viró a la fiebre manchada.
Conexión con EEUU
La sospecha era fuerte, pero hacía falta confirmarla. Los especialistas contaron que en Argentina no existían métodos moleculares para detectar Rickettsia rickettsii. Entonces Remondegui tomó una decisión clave: contactó a investigadores de la Universidad de Cornell y del CDC de Estados Unidos.
Se enviaron muestras, se trabajó en conjunto y finalmente llegó la confirmación: en Jujuy había casos de fiebre manchada. La noticia impactó a nivel internacional. “Fue un granito de arena en el mundo, pero para ellos fue muy valioso porque acá tenían un foco real de una enfermedad que estudiaban desde hacía décadas en el hemisferio norte”, explicó el infectólogo.
El interés fue tal que el jefe del departamento de Rickettsias del CDC viajó personalmente a Jujuy, se hospedó en la casa de Remondegui y trabajó una semana en territorio, recolectando garrapatas e investigando junto al equipo jujeño.
Desde entonces, Jujuy quedó inscripta en la literatura científica mundial. Un servicio que era una colmena científica. Echenique, en ese entonces residente del servicio, recordó el clima del lugar: “Era un grupo muy competitivo académicamente. Presentábamos siete u ocho trabajos por congreso. Venían médicos de París, Italia, Japón, Buenos Aires a rotar acá.
Era un servicio de excelencia.” El servicio fue pionero no sólo en rickettsias. Desde Jujuy se reportaron por primera vez en el país: el virus HTLV, Ehrlichia, Chlamydophila psittaci (psitacosis), la parálisis por picadura de garrapata, neurocisticercosis, y se realizaron estudios clave en cólera y otras enfermedades emergentes. “Era una colmena científica real”. “Una oportunidad histórica que se supo construir con pasión, juventud, lectura y vínculos internacionales”, valoró Carlos Remondegui.
Baja de mortalidad
Gracias a la investigación y la capacitación posterior, Jujuy dejó de tener casos fatales.
Previamente la mortalidad de la fiebre manchada llegaba al 60%. Hoy, en las zonas de San Pedro y Ledesma, donde aparece la mayoría de los casos, la mortalidad ronda entre el 1% y 5%.
“No es tan difícil hacer el diagnóstico oportuno: fiebre después del quinto día de haber tenido contacto con una garrapata. Y el tratamiento con doxiciclina salva la vida”, dijo Remondegui.
Al respecto Echenique agregó que “desde entonces, he visto al menos diez pacientes con clínica compatible y ninguno falleció porque se instaló el tratamiento en tiempo y forma”.
Pérdida de capital
A pesar de todo lo logrado, hoy los dos especialistas coinciden que en lo que respecta al nivel científico que tuvo Jujuy “hubo una miopía política tremenda. Se perdió un capital enorme, una herencia de décadas”.
Considerando la falta de continuidad como un “horror”, Remondegui lamentó que “Jujuy fue referente nacional e internacional. Y hoy no sé si es referente en algo en infectología”.
Por su parte, Echenique lamentó también que esa pérdida impacta directamente en la población: “El especialista académico que investiga, que forma, que enseña, es el que mejora la calidad de atención. Si eso desaparece, pierde la sociedad”, dijo.
Sin embargo, ambos creen que aún es posible recuperar el nivel perdido y que la clave está en la nueva Facultad de Medicina en Jujuy y en volver a poner la patología regional en el centro de la formación. “Jujuy para un infectólogo es como un pelotero para un chico. Tenemos muchísima patología para estudiar, publicar, enseñar. Acá está todo”, destacó Echenique.
Por su parte, Remondegui planteó una medida urgencia: “Hay que darle identidad a la formación del médico jujeño. Formarlo para las enfermedades endémicas, zoonóticas y emergentes de su territorio. Eso es salud pública real”, exclamó.
Y es en estos ánimos de tomar cartas en el asunto que Gustavo Echenique adelantó que ya se proyecta, junto al Colegio Médico de Jujuy, un curso provincial de patología regional de cara a 2026, aprovechando la virtualidad para alcance masivo.
Recuperar la usina jujeña
Por último, Echenique aclaró que recordar éste y otros tantos hitos alcanzados en Jujuy “no es nostalgia” sino que “es una invitación a reflotar el nivel que Jujuy supo tener.
Con nuevos protagonistas, con la facultad, con más residentes. Es el momento.” Y Remondegui insistió en valorar que el equipo jujeño haya reportado y certificado más de siete enfermedades: “Es algo que quedará en la historia. La gente tiene que saberlo. Y de ahora en adelante, no hay que perder más oportunidades”, concluyó.
Hoy, 20 años después de aquel descubrimiento que asombró a la región, la provincia vuelve a plantearse, como en los ‘90, cómo reconstruir la excelencia y reforzar las investigaciones en Jujuy y volver a encender la usina científica de aquellos años, que supo convertir a la provincia en referencia mundial.