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Laberintos Humano: Calma provocativa

Martes, 10 de noviembre de 2020 01:00

Blanca, bellísima y joven en esa serie de hacía acaso cincuenta años, lo miraba al tuerto Arias, su secuestrador, con una calma que lindaba con la furia y lo provocaba. No va a conseguir nada de Pierro aunque me mate, le aseguró llena de admiración por su hombre.

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Blanca, bellísima y joven en esa serie de hacía acaso cincuenta años, lo miraba al tuerto Arias, su secuestrador, con una calma que lindaba con la furia y lo provocaba. No va a conseguir nada de Pierro aunque me mate, le aseguró llena de admiración por su hombre.

El tuerto le dijo que no esperaba nada, sólo quería vengarse. La cámara se detuvo en ese instante, como si el espectador, que entonces, en esa casa, éramos Aurelia, Bautisto Solón y yo, debiéramos adivinar el alcance de esa venganza. Solón nos dijo que durante el camino pensaban que estaban llegando tarde, que ya lo peor se habría consumado. Este capítulo fue puro sufrimiento, dijo. Pero el desenlace tuvo más que ver con nuestra agilidad juvenil, agregó.

Uno ganó en mañas lo que perdió de fuerza, dijo y vimos como su carro, por entonces moderno, se detenía junto al rancho, saltaban de la portezuela como gauchos del caballo y corrían hacia el interior, pero el tuerto Arias, con Blanca, habían salido por la puerta trasera. Corrían, ella poco menos que arrastrada por la fuerza del hombre, entre espinos y acequias, hubo alertas, tiros y cuando ya todo parecía perdido, un mordiscón de la joven Blanca en la mano de su raptor desequilibró los tantos. Sin esperar al desenlace, porque ya lo conocía de haberlo vivido, Solón llamó con su celular a Pierro. ¿Ya vio que están pasando los viejos capítulos de nuestra serie?, le preguntó y no escuchamos la respuesta, pero vimos que en el rostro de Solón se reflejaban los recuerdos de una juventud irrecuperable.

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