Todo pudo haber terminado cuando Blanca nos contó que Bautisto Solón se mudó al mismo cuarto en el que se alojaba Aurelia Cintitas, porque cantidad de historias de amor terminan cuando las parejas se juntan, aunque allí no terminan los cuentos sino que muchas veces comienzan.
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Todo pudo haber terminado cuando Blanca nos contó que Bautisto Solón se mudó al mismo cuarto en el que se alojaba Aurelia Cintitas, porque cantidad de historias de amor terminan cuando las parejas se juntan, aunque allí no terminan los cuentos sino que muchas veces comienzan.
Pudo cambiarse de tema, como realmente ocurrió, pero por otra causa. En ese momento llamaron a la puerta de la casa del comisario, y al abrir estaban, justamente, Bautisto Solón con su traje de sastre y Aurelia Cintitas, la pareja que le imaginara Blanca, con un vestido floreado de fondo claro.
Pierro los hizo pasar, saludándolos con todo el afecto de que era capaz, y tras las presentaciones, mientras Blanca servía café con macitas azucaradas, se le escuchó silbar un leit motiv del cuarteto de cuerdas de Querencio Sinitati, autor poco conocido.
Aurelia no era de mucho hablar, pero parece que quiso quedar bien y empezó a contar el modo en el que conoció a su hombre, Bautisto Solón, describiendo el almacén en cuyo fondo se alojaban en cuanto comenzó la cuarentena, pero se trataba del mismo cuento que, con pelos y señales, nos acababa de contar Blanca.
Es algo inexplicable, dijo el padrecito tomando la mano de la mujer. No sé cómo, pero esa historia ya la conocía nuestra amable anfitriona, dijo y Bautisto Solón sonrió todo su ingenio para explicarnos que no había de qué sorprenderse, porque tanto lo que dijo Blanca como lo que estaba por comenzar a contar Aurelia son historias que nos está contando el mismo Dubin en estos Laberintos.