34°
14 de Diciembre,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Laberintos Humanos: Viajeros solitarios

Viernes, 02 de octubre de 2020 01:00

Blanca siguió imaginando que Aurelia Cintitas trabajaba a pocas cuadras de ese almacén en el que recalaban los viajeros solitarios. A veces se acercaba para ayudar en la cocina y así pagarse el cuarto en que dormía en el patio del fondo. Pronto el almacén cerraría sus puertas al copeo por la cuarentena, y sólo almorzaban en sus mesas los inquilinos de la casa.

Poco antes de que la pandemia los obligara a bajar la cortina al público, le dieron también un cuarto a Bautisto Solón, y así es como se conocieron. Ella no es especialmente bonita, tampoco es fea. Todos, dijo Blanca y agregó que debíamos saberlo, tenemos algo que nos embellece. Todos, subrayó. Solón tampoco lo era y más con esa costumbre de pasar desapercibido. Su trajecito de sastre, su bigotito apenas delineado.

Era un hombre aseado, cuidado, pero sólo brillaba cuando hablaba y hablaba poco. Aurelia tenía ese gusto por la música al que sólo recurría cuando quería caer bien, entonces describía piezas tan bien que era como si uno las estuviera escuchando. Ese recién llegado, Solón, le cayó bien. No sería un hombre molesto, era a simple vista educado, y entonces le dijo al dueño del almacén si recordaba aquella melodía que era medio bolero pero con buen swing, dijo y detalló el sonido de sus bronces, la voz de la mujer que lo interpretaba y el tema de que trataba. Solón alzó los ojos del durazno al natural que oficiaba de postre, y con algo de coquetería murmuró que estaría hablando de Flor de Ocaso, dijo y Aurelia Cintitas asintió con una sonrisa.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD