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11 de Agosto,  Jujuy, Argentina
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Rosendo "Chuspita" Martínez, música y algo más

Conversando con el músico tilcareño descubrimos un universo.
Viernes, 28 de julio de 2017 00:00

Rosendo nos cuenta que los hermanos Martínez llevan el apodo del mayor. "Nosotros somos del barrio Cerro Chico", nos dice Rosendo, "y cuando veníamos a la escuela, mi hermano traía una chuspa con sus cositas, de ahí que lo llamaron Chuspa y los menores empezamos a ser conocidos como Chuspita. Más que un apodo personal, pasó a ser como nuestro primer apellido."

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Rosendo nos cuenta que los hermanos Martínez llevan el apodo del mayor. "Nosotros somos del barrio Cerro Chico", nos dice Rosendo, "y cuando veníamos a la escuela, mi hermano traía una chuspa con sus cositas, de ahí que lo llamaron Chuspa y los menores empezamos a ser conocidos como Chuspita. Más que un apodo personal, pasó a ser como nuestro primer apellido."

Recuerda que "somos de una familia muy humilde, y agradezco que los abuelos no nos hayan dejado ni terrenos, ni casas ni dinero, nos criamos vendiendo leche de burra, pasteando las ovejas, haciendo queso, y como no teníamos nada tuvimos que subsistir. Con las cañas de los techos empecé a fabricar mis instrumentos musicales y aprendí a tocar en la escuela Sarmiento."

Chuspita tocaba en algunos restoranes que por aquel entonces había en Tilcara, "aprendiendo del canto de los pájaros que escuchaba desde mi casa hasta el pueblo", recuerda, "y si las calandrias y los mirlos cantan tan bonito, ¿yo no voy a poder? Era jovencito cuando Ariel Ramírez y Jaime Torres supieron de mi, y con ellos viajé a Buenos Aires allá por el "74, "75. Era la única opción para subsistir económicamente."

La falta de posibilidades para los músicos, en los años de la dictadura, lo llevaron a Brasil. "Yo me escapé al Uruguay sin pasaporte", no dice. "Hasta el Mundial del "78 había grabado con los Fronterizos, con Mercedes Sosa, con Daniel Altamirano, y vivíamos en una peña, la Peña de Fany. Tocaba en la calle con Bicho Días y Vicente Aquino con Los Omaguacas, con quienes también grabamos hasta que me fui al Uruguay, con mis diecisiete años, tocamos en Punta del Este y unas chicas me llevaron a Porto Alegre."

Desde entonces pasó más de veinticinco años en Brasil. "No me querían dar el pasaporte en el consulado, y llegué a San Pablo. Hacía de todo un poquito, porque me pedían música brasilera que fui aprendiendo. Hice música gaúcha pero con instrumentos nuestros, buscando una salida económica. En Brasil me trataron muy bien y era difícil volver, ahí tuve dos hijos. Viajé a Taiwán, donde grabé tres discos, y gracias a la música pude recorrer el mundo sin dinero, que es como más me gusta viajar porque así funcionan la cabeza y el corazón."

Nos cuenta que "grabé mucho en diferentes estilos, y estuve veintiún años luchando contra un cáncer de garganta. En Salta me trataron y me dijeron que no tenía solución, y si los médicos no podían hacer nada, me dije que Dios es milagroso. Me fui al Abra de Punta Corral, me fui a Luján, busqué con el Buda Sakiamuni en Taiwán y le grabé discos con letras mías, y no encontraba respuestas sobre mi salud, grabé los Cantos de David en Jerusalén y en Brasil vendí una camionada de discos en una semana, pero yo no quería el dinero sino mi salud."

Pasaron varios años y la vida lo llevó a Barcelona. "Ahí veo gente de ochenta, noventa años bailando, lo mismo en Berlín y yo triste y llorando con mis cuarenta años. Aprendí a usar el charango y la guitarra porque no podía usar la garganta. Quería vivir, empecé una dieta y un ayuno, y veía mejorías. Era el amor que tenía por mí y las ganas de curarme."

Recuerda que "fui al hospital del Mar, en Barcelona, me hacen un examen, me operan y esa misma noche estaba en casa. A la semana me llaman los médicos y me preguntan cómo fue que eliminé al cáncer", cuenta.

"Hoy tengo más de cuarenta discos grabados, hasta un tributo a los Beatles en Londres con nuestros instrumentos. Con esos discos ahora quiero hacer un museo.", continuó.

En la actualidad le interesa hacer música ancestral: "Lo que nos enseñaron los abuelos, no es el folclore. El folclore no tiene doscientos años, yo hablo de música milenaria que nos dejaron los ancestros. La utilizaban para adorar a la Pachamama, al Tata Inti, tienen el estilo de los mantras y nuestros pueblos originarios no la asumen."

"Estuve en Asia, en selva australiana, en la isla Salomón, el Oceanía donde hay gente que ejecuta los mismos instrumentos nuestros pero no para hacer "Zamba de mi Esperanza', ellos hacen la música ancestral", asegura. Dicen que somos descendientes de asiáticos, muchas palabras quechuas son parecidas al chino, y de eso hago poquita cosa en mi peña, media horita, y después mis hijos vienen con las zambas, las chacareras, los carnavalitos, las sayas."

 

 

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