Cuando me fui de palacio, nos dijo Eulelio Vázquez Bisagra, mi vida fue más fácil que la de cualquier otro fugitivo de la corte. Como recordarán, yo nací pobre, y siendo pobre viví hasta los veinte años, cuando el Príncipe me propuso reemplazarlo para poder conocer lo que sucedía en el mundo, y como pobre que fui no me costaba sobrevivir volviendo a serlo.
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Cuando me fui de palacio, nos dijo Eulelio Vázquez Bisagra, mi vida fue más fácil que la de cualquier otro fugitivo de la corte. Como recordarán, yo nací pobre, y siendo pobre viví hasta los veinte años, cuando el Príncipe me propuso reemplazarlo para poder conocer lo que sucedía en el mundo, y como pobre que fui no me costaba sobrevivir volviendo a serlo.
Recorrí las calles y me gané la vida contando cuentos de la corte. Todos se desvivían por conocer los secretos nunca revelados de la realeza, y si empecé relatándolos en plazas y mercados, pronto tuve mi propio programa de televisión, tres horas cada tarde para contarle a la gente sobre la vida del palacio.
Empecé por contar verdades de las que fui testigo, cosas dignas de asombro, y cuando se me terminaron las verdades seguí con las mentiras, total que nadie sabía qué había de cierto y qué de falso en una vida que ignoraban. Y gané tanto dinero contando estos cuentos que no extrañaba la vida fácil de la corte, nos dijo Eulelio Vázquez Bisagra.
Y lo hubiera seguido haciendo hasta hoy, quien sabe, pero un día, en la puerta del estudio de televisión, me esperaba el mismo Príncipe que me había cedido su lugar para poder conocer el mundo. Vea, me dijo, ya pasaron muchos años en los que usted vive reemplazándome y yo vago por las calles como si no fuera nadie.
La corte se terminó, el palacio fue destruido y yo no tengo de qué vivir, le dijo el Príncipe a ese tal Eulalio Vázquez Bisagra, así que de ahora en más los cuentos que usted cuenta en la tele los voy a contar yo.