El presidente François Hollande reiteró ayer su voluntad de “mantenerse firme” frente a la revuelta social contra la reforma laboral, que dura ya dos meses en Francia, salpicada de huelgas, manifestaciones y bloqueos de sitios industriales, y que podría intensificarse en los próximos días.
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El presidente François Hollande reiteró ayer su voluntad de “mantenerse firme” frente a la revuelta social contra la reforma laboral, que dura ya dos meses en Francia, salpicada de huelgas, manifestaciones y bloqueos de sitios industriales, y que podría intensificarse en los próximos días.
Seis de ocho refinerías del país seguían paralizadas o funcionaban al ralentí ayer por la tarde, mientras fueron desbloqueados todos los depósitos petroleros a excepción de uno en huelga (Gargenville, en región parisina), según el secretariado de Estado de Transportes.
La situación parecía mejorar en las estaciones de servicio.
El jueves, decenas de miles de manifestantes (300 mil según el sindicato CGT, 153 mil, según las autoridades) salieron de nuevo a la calle en toda Francia. Los ocho sindicatos opuestos a la ley, que consideran excesivamente liberal, llamaron el viernes a “continuar y amplificar la movilización”.
Aunque las protestas en la calle siguen siendo relativamente contenidas por la polícia, quienes se oponen al proyecto, y la CGT en particular, juegan a fondo la carta de la acción directa en sectores económicos clave donde este sindicato está fuertemente implantado, y llaman a la “generalización” de las huelgas y a las protestas en todo el país.
Se vive un clima de odio
“Me mantendré firme porque es una buena reforma”, declaró el jefe de Estado francés a la prensa al final de la cumbre del G7 realizada en Japón.
El texto, actualmente en discusión en el parlamento, divide a la mayoría socialista en el poder, al tiempo que sus detractores directamente tratan de paralizar el país para forzar su retirada.
Ayer, el responsable de la patronal, Pierre Gattaz, denunció “métodos propios de delincuentes”, tachó de “irresponsables” a los detractores de la ley y llamó a “resistir al chantaje” de todos los sindicatos contestatarios.
Por su parte, el líder de la CGT, Philippe Martinez, denunció lo que considera “clima de odio2 existente en el gobierno y la patronal.
Ante las huelgas en el transporte público y el racionamiento del carburante, los franceses mantienen reacciones encontradas.
Siete personas de cada diez desean la retirada del texto “para evitar la paralización del país”, según un sondeo.