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10 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Aquellos reales de plata

Miércoles, 02 de abril de 2014 12:17

Nos encontramos con Leopoldo en el antigal después de haber sobrevivido a la derrota de Huaqui y haber estado escondidos cada cual por su rumbo. Estábamos sentado sobre una pirca baja que vaya a saberse qué fue alguna vez, cuando Leopoldo recordó que por allí había enterrado los reales de plata que ganara a las cartas en Potosí.

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Nos encontramos con Leopoldo en el antigal después de haber sobrevivido a la derrota de Huaqui y haber estado escondidos cada cual por su rumbo. Estábamos sentado sobre una pirca baja que vaya a saberse qué fue alguna vez, cuando Leopoldo recordó que por allí había enterrado los reales de plata que ganara a las cartas en Potosí.

Los ganó cuando Castelli y Balcarce eran jefes victoriosos de un ejército destinado a conquistar Lima, y ahora que Castelli y Balcarce bajaban para ser juzgados por el mal desempeño de sus funciones, a nosotros nos vendrían bien esos reales para comprar algún silencio que no nos delate a la represión realista.

Pero en cuanto Leopoldo lo dijo, de tras una piedra salió un perro negro que nos olfateó como si quisiera saber el fondo de nuestras intenciones. Podría jurar que esa era la intención de ese perro que estaba perdiendo la paciencia endureciendo los pelos. No parecía amistoso y nos pusimos de pie para no estar a la altura de sus dientes.

Su olfato se volvió un ronquido espeso que pronto se apagó porque tanto el perro como nosotros sentimos pasos que se alejaban como si quisieran escapar. Vimos esa silueta encorvada y oscura que buscó los restos de una escalera para perderse y cuando llegamos a su rastro vimos que sus huellas eran de pata de gallo.

Algo más allá, las gradas descendían hacia un pozo oscuro en el que no podíamos ver nada y al que el perro se aventuró como vanguardia, y algo había en el sol de esa tarde que alumbraba con la penumbra del misterio y algo nos llamó desde lo bajo.

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