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10 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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El regreso de Tomás

Jueves, 10 de abril de 2014 12:08

Mientras los realistas conversaban en torno a su fuego, desde la misma noche apareció mi medio hermano Tomás. No sabía nada de él desde la derrota de Huaqui y habría tiempo para que me lo contara cuando los enemigos nos sintieron y se escuchó la orden de cazarnos. Se oyeron detonaciones y pasos y corrimos.

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Mientras los realistas conversaban en torno a su fuego, desde la misma noche apareció mi medio hermano Tomás. No sabía nada de él desde la derrota de Huaqui y habría tiempo para que me lo contara cuando los enemigos nos sintieron y se escuchó la orden de cazarnos. Se oyeron detonaciones y pasos y corrimos.

Los senderos del antigal y las sombras estaban de nuestra parte, pero fue la misma oscuridad la que hizo que Leopoldo tropezara y se le fueran encima los que nos seguían. Entonces me volví y Tomás ya cruzaba su espada con una espada goda. Pero el rojo de la sangre en lo negro no se ve ni supe más que la caída de aquel de casaca roja, la nueva corrida de Leopoldo y de Tomás y un filo de daga que me hería.

No sentí dolor ni odio. Su punta me desgarró lo que me quedaba de bombacha y lo empujé sin verlo. Escuché un golpe de hueso sobre un piso de piedra y un gemido. Lo rojo de la muerte no se ve en lo negro del final, así que lo dejé sin despenarlo. Que lo hicieran los suyos y salté sobre las peñas para dar sobre una senda en la que corrían mi medio hermano y mi compadre.

No mucho más lejos, me tropecé con las espaldas de Leopoldo. Tomás me llamó a silencio y escuchamos el andar de los enemigos que pasaban de largo por las sombras. Lo horrendo me causó gracia y me reí creyendo que mi muerte no trabajaba esa noche y nos volvimos tratando de que los enemigos no supieran del rodeo.

Fui entonces el primero en la carrera, seguido por Tomás y por Leopoldo, hasta que algo me frenó haciéndome rodar por el suelo.

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