Cuenta la tradición que en 1928, un lugareño de apellido Saiquita realizaba un desmonte en la zona, cuando avistó en un antiguo algarrobo, una imagen pequeña de la Virgen con un hermoso rostro moreno. Tomó entre sus manos la imagen y la llevó a su casa, luego comunicó a los sacerdotes de San Pedro del misterioso hallazgo. Con el transcurrir del tiempo, las comunidades del lugar hicieron una colecta para que la Virgen fuera llevada hasta el Santuario de Catamarca con el propósito de dejar registrada la aparición y milagros. Saiquita asumió el compromiso de venerarla y hacer conocer la Palabra de Dios, aceptando ser su esclavo.
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Cuenta la tradición que en 1928, un lugareño de apellido Saiquita realizaba un desmonte en la zona, cuando avistó en un antiguo algarrobo, una imagen pequeña de la Virgen con un hermoso rostro moreno. Tomó entre sus manos la imagen y la llevó a su casa, luego comunicó a los sacerdotes de San Pedro del misterioso hallazgo. Con el transcurrir del tiempo, las comunidades del lugar hicieron una colecta para que la Virgen fuera llevada hasta el Santuario de Catamarca con el propósito de dejar registrada la aparición y milagros. Saiquita asumió el compromiso de venerarla y hacer conocer la Palabra de Dios, aceptando ser su esclavo.