El marinero cantó el bolero que escuchara en algún puerto, y fue el que le oyera Pedro cuando abandonó a la muchacha. Ya cuando el sol arrastró las sombras hacia un lado del destino, Pedro se le acercó para preguntarle si a él le había sucedido aquello que cantaba. No, le dijo el marinero, que a nadie le pasa lo que pasa en los boleros.
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El marinero cantó el bolero que escuchara en algún puerto, y fue el que le oyera Pedro cuando abandonó a la muchacha. Ya cuando el sol arrastró las sombras hacia un lado del destino, Pedro se le acercó para preguntarle si a él le había sucedido aquello que cantaba. No, le dijo el marinero, que a nadie le pasa lo que pasa en los boleros.
Lo que pasa en los boleros se le escucha a los cantantes, y en todo caso puede ser que a alguien le pase algo similar por querer imitarlos. Serías incapaz de cantar eso de dejar a una muchacha a la que amás y sabés que te ama, y más si la dejás a pesar de amarla sólo porque sabés que debés dejarla, le dijo el marinero agarrándolo firmemente de la muñeca.
¿Quién puede ser tan cruel como para vivir repitiendo cada noche ese dolor?, le preguntó el marinero. Sin embargo hay amantes que escuchan boleros alguna noche en alguna cantina, y cuando el amante lleva a su amada hasta la puerta de su casa, la mira a los ojos y le dice: debo dejarte, y le toma las manos.
Con eso, le explicó el marinero a Pedro, no es que los boleros nos recuerden los desengaños sino que los originan como me pasó a mí, dijo el marinero bajando los ojos pero sin mentar más el asunto.
Porque los autores de los boleros fueron una raza pérfida sobre la que se volcó toda la justicia del rey pero en vano, porque ya habían compuesto demasiados boleros que los marineros repartimos por los puertos como carteros, le confesó el marinero a Pedro reconociendo así la parte de culpabilidad que le cabía a su oficio.