El joven le decía que no tenía necesidad de chuparle las medias a nadie y que el pueblo tiene el poder suficiente como para conseguir lo que necesita, que esos son sus derechos al fin de cuentas, y el hombre que bajaba al pueblo y lo escuchaba pensó que al menos lo trataba así porque lo consideraba el pueblo, o parte del pueblo, y entendió que no debía sentirse afectado por lo que el joven le decía.
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El joven le decía que no tenía necesidad de chuparle las medias a nadie y que el pueblo tiene el poder suficiente como para conseguir lo que necesita, que esos son sus derechos al fin de cuentas, y el hombre que bajaba al pueblo y lo escuchaba pensó que al menos lo trataba así porque lo consideraba el pueblo, o parte del pueblo, y entendió que no debía sentirse afectado por lo que el joven le decía.
Pero al joven no le respondió el hombre que bajaba al pueblo sino un señor mayor que pasaba por ahí y que creía que era hora de hacer escuchar su voz, y le dijo que estaba cansado de escuchar esas cosas desde que era joven, y que ni por haberlas escuchado tantas veces le resultaban ni siquiera aceptables.
¿Y que dije yo que lo ofenda tanto?, le preguntó el joven. Las mismas cosas que dicen los comunistas, le respondió el hombre mayor satisfecho de que se lo hubiese preguntado. ¿Los qué?, preguntó el joven. Los partidarios de los lugares comunes, le respondió el hombre mayor apoyándose en la ignorancia del joven.
Lo que apoyan los comunistas no son los lugares comunes sino las comunas, participó un hombre que subía por la misma calle leyendo un grueso libro cuando una mujer le respondió que las comunidades la tienen harta, porque ahora todos quieren ser indígenas.
Yo no sé qué quiere ser cada uno, dijo una mujer que salía a la puerta de su casa, pero hace como media hora que mandé a mi chango a comprar detergente y no regresa. Se estará gastando la plata en vicios, dijo la otra para iniciar un nuevo frente de pelea.