Para decirle la verdad, dijo el padrecito, yo le entiendo poco pero me gusta cómo dice las cosas, le dijo a Juan Bautista de los Montes. Es que para ser gaucho, le respondió el aludido, no sólo hay que ser de a caballo, buen cuchillero, fachero, gentil y humilde, sino que también hay que ser buen cantor.
Cantor y guitarrero, dijo Isidoro Ducase por decir algo. Guitarrero no, dijo Juan Bautista de los Montes, esa asignatura se la debo a la cátedra de las pampas. Sepan que de mozo, para no desmerecer la justa fama de cantores que tenemos los hijos de Fierro, me hacía acompañar por dos guitarristas.
Más que hijo de Fierro, dijo el mayor de los abuelos, debía parecer sobrino de Horacio Guaraní, le dijo. Y a mucha honra, dijo Juan Bautista de los Montes mostrando un tatuaje del Potro que llevaba bajo el ombligo. Pero la cosa, siguió, es que es también fama de los primos de Santos Vega el andar solos por el desierto, así que terminé por despachar a los guitarreros.
¿Y cómo hace para payar en las pulperías?, quiso saber Ducase. Me dejo acompañar por unas grabaciones que les hice antes de despacharlos. Pobres guitarristas, dijo el curita lleno de compasión, se habrán quedado sin trabajo. Yo no conozco cadáver que trabaje, dijo Juan Bautista de los Montes dándonos a entender el verdadero sentido de la palabra: despacharlos.
No crea, dijo el mayor de los abuelos, que hasta los fiambres tienen que ganarse la vida. Fiambre para el sándwich, lo corrigió el gaucho, que a estos guitarreros los tenía tan flacos que ni para puchero.