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Una mirada sobre la violencia el deseo y la necesidad

Lunes, 30 de diciembre de 2013 19:54

La violencia tiene muchísimas expresiones. No existen sólo la violencia física, sino también la sicológica, la económica, religiosa, simbólica. o la más abarcante como la que suele genera la naturaleza en el camino de la evolución.

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La violencia tiene muchísimas expresiones. No existen sólo la violencia física, sino también la sicológica, la económica, religiosa, simbólica. o la más abarcante como la que suele genera la naturaleza en el camino de la evolución.

Cada una de las etapas ha dejado huellas que el tiempo oculta o nosotros mismos nos hemos encargado de oscurecer.

La violencia siempre ha existido y existirá (para nada justificable desde el campo de la cultura), como un flagelo multifacético que permitió más de una reflexión, al punto de señalar que es intrínseca a la condición humana.

Aquí nomás, muy cerca en el tiempo,con apenas ponerse a pensar, y en grandes trazos, nos encontramos con la década del sesenta, cuando emergió una solapada violencia en la que conjugaron sectores de la iglesia y las fuerzas armadas, que tuvo el liderazgo de Juan Carlos Onganía.

Un trecho más adelante, ya por el comienzo de la década del 70, encontramos la violencia política, con pronunciados componentes económicos y sicológicos, que se fue profundizando hasta los enfrentamientos armados, que derivó en el siniestro Golpe de Estado del 26 de marzo de 1976.

Para la década del 80, con el optimismo de la recuperación de la democracia como patrimonio de la política, grandes fueron las luchas entre el bipartidismo, pero sobre una idea del posmodernismo y continúo el debilitamiento institucional, que se acentuó en el 90 con la actual proyección.

De tal suerte que los sucesos actuales sobre las expresiones de la violencia eran previsibles porque el coctel venía batiéndose desde tiempo atrás y todas las advertencias fueron en vano.

La suma de estos hechos quizás explique lo ocurridos en los últimos días y para comprenderlos hay que mirar un poco más allá de lo simple y acudir principalmente a develar lo que significa el deseo y lo que significa la necesidad en la sociedad.

La democracia no está en peligro como creen los tremendistas, lo que se teme en el fondo del corazón, es al peligro para el que detenta el relativo poder.

El que mira hacia dentro, hacia lo profundo, sabe que la verdadera lucha del hombre y la mujer, es la lucha contra el deseo, aveces sutiles, a veces groseros.

En esa trama cada época se explicita con una simbología muy particular que necesita ser interpretada urgentemente.

Los símbolos que instala el mercado en estos tiempos y con los que la gente intenta relacionarse, no son los mismos que los de hace algunos años atrás. Ni los deseos tampoco.

Muchos se extrañan, por ejemplo, porque los saqueos estuvieron apuntando a nuevas expresiones del deseo. El querer tener lo que se carece y con el derecho a poseer, se supone crea una identidad social.

La ruta del delito se agranda cuando socialmente se intenta satisfacer deseos que la economía y el honrado trabajo no pueden brindar.

La brecha de la que tanto se habla es entre el hecho (lo real) y la imagen (lo deseado), estimulado por el discurso o el relato lanzado a futuro, al que se vincula más con la esperanza, más ligada a la fe, que a la racionalidad.

El delito hoy se emparenta con las necesidades, pero se agudiza con los deseos que el mismo sistema impulsa y está lejos de satisfacer a la inmensa mayoría del pueblo. 

Además hay que comprender que así como las necesidades van cambiando, los deseos también.

Esa es la dinámica, que estimo, no se comprende y se incurre lamentablemente en explicaciones simples sobre la etiología de la violencia, la ruptura de la norma, el ocultamiento de los valores. Se ha tratado de presentar a los conflictos y la violencia actual como un problema estacional, y hasta algunos léidos han visto el reflejo del mito del "eterno retorno".

Hay una parte de razón, la periférica; pero lo que importa en esta moneda es desentrañar otras facetas de las pasiones humanas, las mismas aquí como en cualquier parte del mundo. Cuando logremos ver que el paisaje hacia donde se proyectan los deseos, que no son la harina y el pan, nos vamos a dar cuenta de una parte oculta de la realidad que cada ser humano en lo individual y social alberga en su corazón. 

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