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10 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. No hice caso

Sabado, 21 de diciembre de 2013 12:11

Ni acepté las sugerencias que me hicieron aquellos que venían a buscarme desde el pasado, que ya era la mujer de ese campesino que ven encorvado sobre el surco hablándole a la hojita de la papa, al estallido de verde del zapallo, al pañuelo con que la chala baila su zamba, les dije mostrándoselo desde la casa.

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Ni acepté las sugerencias que me hicieron aquellos que venían a buscarme desde el pasado, que ya era la mujer de ese campesino que ven encorvado sobre el surco hablándole a la hojita de la papa, al estallido de verde del zapallo, al pañuelo con que la chala baila su zamba, les dije mostrándoselo desde la casa.

Ni les presté atención a los que me pedían que me quedara con ellos en vez de ese hombre que no parecía tener mejor compañía que los huiros, y cuando estuve embarazada de la tercera niña, no acepté las sugerencias de aquel que me pedía que hiciera niñas para él.

Le llevaba la coquita a la chacra porque salía de la cama cuando él ya llevaba varias horas de trabajo bajo el sol, y a mediodía le llevaba el mote y la sopita y lo esperaba con mi cariño por la tarde, cuando entraba a la sombra de la casa para rumear cosas de las plantas que no le entendía.

Y no va que don Dubín escribe en uno de sus Laberintos que mi marido, ese pobre tipo de que les hablo, miraba con deseo a una mocita, que no le bastaba con hacerlo sino que necesitaba que todos los que leen los Laberintos lo supieran, y entonces comprenderán que sentí que toda mi vida se desdibujaba. 

Me dieron ganas de volver atrás las manecillas del reloj para vivir una vida distinta de la que había vivido, pero ustedes saben que eso es imposible, nos dijo la mujer. Y cuando dijo estas cosas nos llenamos de compasión, no tanto por su destino como por el del género humano en general y quisimos seguirla escuchando cuando la interrumpieron.

 

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