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11 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Al llegar a Guacatola

Lunes, 28 de enero de 2013 21:40

Al llegar a Guacatola nos alojamos en uno de los mejores hoteles de Santa Pita, nos dijo el peluquero. Sacamos nuestras mejores prendas de nuestras valijas y nos fuimos a cenar a la terraza con vista al lago artificial, que es uno de sus principales atractivos.

Inés Alba de la Cruz se había puesto una minifalda rosada con unas medias verde claro que le resaltaban los contornos de las piernas. De la cintura para arriba, como era una noche cálida, llevaba una musculosa azul con un chal tejido de color naranja.

Todo un zafarrancho, dijo el mayor de los abuelos. Es que usted se quedó con la moda de los años locos, le respondió el peluquero algo ofendido. Yo le puedo asegurar que todo el mundo se volvía para verla pasar. No me cabe la menor duda, opinó el abuelo, pero siga con su relato.

Bien, la cosa es que pedimos uno de los exquisitos platos típicos de Guacatola con un champan bien frapé, cruzamos nuestros brazos con sendas copas de cristal para mirarnos a los ojos y en el brillo de los suyos, que lucían espejados bajo sus pestañas negras, vi reflejada la figura de la moza que nos servía, una joven dueña de un cuerpo espectacular.

¿Eso es lo que vio en el brillo de los ojos de su enamorada?, preguntó Isidoro Ducase. Y que quiere que le haga, respondió el peluquero, usted no sabe lo buena que estaba esa moza. Pero me imagino que se supo contener, preguntó el padrecito. A duras penas, dijo el peluquero, así que cuando se puso a tocar la orquesta bailé con Inés Alba de la Cruz hasta que nos fuimos a nuestro cuarto.
 

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