Con un despliegue de talento juvenil en escena, el Ensamble Barroco Chiquitano de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) regaló un buen repertorio musical en nuestro Teatro Mitre.
La hermosa Sonata Chiquitana X AMCh 24 So. 24 de Pietro Locatelli abrió la velada con melodías clásicas que nacieron mágicas de las cuerdas afinadas.
Luego, fue la Sonata Cantábile AMCh 238b que regaló su encanto a la atmósfera silente que permanecía constante en el coliseo.
Más tarde, la Opera San Ignacio AMCh 063 fue interpretada por una coreuta que ofreció su voz como instrumento natural en la noche a través de una presencia para destacar.
Entonces, la escena primera fue "Ay que tormento", "Oh! Qué contento" y "Oh vida cuánto duras" que despertó aquellos aplausos que no terminan. Y la escena cuarta de la misma ópera sería la próxima en ser vivida.
Protagonizada por un joven vestido de oscuridad, el concierto presentó "El mayor monarca de la Tierra", "Por el militan" y "Que sigáis su bandera", que el solista brindó en una atrapante actuación. Para finalizar, la Sinfonía AMCh 236 So 96 despertó el entusiasmo en los espectadores que, con sus silencios, respetaron tiempos de orquesta y arte musical.
Sin dudas, aplaudidas fueron todas las composiciones que integraron una atractiva primera parte que dirigió el francés Antoine Duhamel.
"Cuando uno llega y ve este teatro, uno no espera una cosa tan bella. Yo sabía que este teatro era muy antiguo pero no esperaba ver algo así, el mantenimiento es muy hermoso, el personal técnico, es una maravilla, son muy dedicados en su labor. Realmente la recepción ha sido muy fácil" expresó el artista y director a nuestro diario, muy agradecido, además, al Mozarteum filial Jujuy.
Homenaje para Chiquitos
La mística de la música fue fiel a sus raíces. Y la ciudad de Chiquitos fue homenajeada por sus artistas.
Entonces un repertorio destacado se descubrió y la esencia barroca se liberó en escena.
"En la primer parte, hicimos sonatas muy sentidas, también la ópera de San Ignacio fue especial. Ya la habíamos presentado en la Catedral de San Ignacio y ahora, el 13 de septiembre, la vamos a repetir en la Catedral de Santa Cruz" anticipó el francés.
Segunda parte
La segunda parte fue muy interesante. Las obras de Peter Warlok, Walter Elgar y Peter I Tchaikovsky fueron himnos en vivo que regalaron fantasías sonoras para los presentes.
Así es como Suite Capriol y la Serenata para Cuerdas Op. 36 establecieron magnetismo y expusieron las notables capacidades de los músicos.
Con la Serenata para Cuerdas Op 40, el cierre fue de oro. Y los sumisos espectadores admiraron el primer movimiento que sobresalía de los incansables músicos.
La energía de la música alcanzó nuevos niveles y vibró en los instrumentos que se interrelacionaban para enaltecer, de la mejor manera, el legado de Peter I Tchaikovsky.
Lo curioso
Hasta que, al borde del final, el carismático director elevó sus manos y las partituras de uno de los violines se dispersaron en el aire. El joven violinista no se detuvo. La obra continuó su rumbo y el ensamble propuso más dedicación y soltura, hasta el final. Luego, los aplausos se hicieron miles y las partituras quedaron en el escenario.
Aquellos aplausos dijeron mucho. El agradecimiento por el arte y por la notable enseñanza de seguir siempre adelante, aún a pesar de las dificultades.
En este caso, el joven músico no dudó.