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12 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. Dulce latín

Martes, 04 de diciembre de 2012 21:54

Entonces, este hombre de luenga barba y pómulos hesudos como quijote, recordaba que se cruzó en la selva con hombres que medían dos veces y medias la talla del hombre más alto, y con tigres cuyas uñas estaban teñidas de veneno y que con sólo arañar mataban, y con moscas que se encerraban en sus capullos para regresar convertidas en picaflores.

Recordaba haber escuchado hablar a los hombres de una nación de hombres desnudos y grandotes, hombres buenos que jamás habían escuchado hablar del cristianismo pero hablaban en dulce latín, y haberse cruzado con una turba enloquecida que huía de las montañas, tras un torbellino que decían que era su dios y que gritaban, en su lengua, que no querían ser esclavos de los españoles.

Recordaba haberse cruzado con un oso que tenía los pies vueltos y su rastro, cuando él iba, venía, y un batir enloquecido de parches tras una vertiente, y todas esas cosas, en cuanto el español las iba viendo, se convertían en cosas posibles como hombres sólo bastante altos o que hablaban algo parecido al latín, acaso el quechua, o tigres que mataban mordiendo y moscas que eran moscas y picaflores que nacían picaflores.

Y cuando este español llegó hasta el horizonte, recuerda que un indio le señaló más lejos, mucho más lejos, y le hizo saber que allí había tanto oro que ya no valía nada, y tanto tiempo que ya nada tenía sentido. Y el español, como era ambicioso, de todas formas fue tras ese rumbo, más allá del horizonte, y sólo su deseo de riqueza le hacía sortear semejante sacrificio.
 

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