Leónidas se llamaba el guitarrista y su nombre era menos extraño de lo que parece. Podía ser un apodo, y algunos pensaban que lo era porque antes de quedarse calvo tenía en su cabeza una auténtica melena de león. Pero otros dicen que ese era su nombre de bautismo. Dicen que trenzaba las cuerdas de su guitarra con cabellos de mujeres que le entregaban sus amores, y dicen que la púa con la que tocaba era una uña de la única mujer a la que Leónidas amó.
Tiraba a gordo pero no era porque comiera mucho sino porque caminaba poco, y otros dicen que era primo del representante de la Arruyo, pero era buen guitarrista y aguantador, porque cuando los otros músicos se emborrachaban, él podía acompañar a la cantante y hacer un show inigualable.
Tanto fue así que, en tren de ajustes, el representante había pensado en quedarse con él solo y con la Arruyo, pero la cantante era tan delgada que el escenario se hacía enorme, aunque el guitarrista tirara para gordo, y entonces el representante desistió. De todos modos, hubieron dos canciones que cantaban solos ellos dos, Leónidas y la Arruyo, y eran canciones íntimas que a muchos les hacía pensar que la tristeza de la Arruyo le venía de lo calavera que era el guitarrista.
Una de esas canciones, justamente, hablaba de un guitarrista tan cachafaz que cada noche se iba con otra, y la cantante le decía que un día lo iba a abandonar, y el público le pedía por favor que lo hiciera, que ese gordo no valía la pena, pero ella no lo dejaba y cada show repetía la misma canción.