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12 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Manzanita, el acordeonista

Sabado, 29 de diciembre de 2012 21:24

Manzanita era el acordeonista de la orquesta de la Arruyo, y con los dedos llenos de nicotina hacía los bajos porque en la orquesta no había bajista ni bajo que los hiciera. Hacía los bajos y con la mano derecha dibujaba las melodías y con dos o tres notas agudas hacía como un repiqueteo porque tenía un abuelo negro y siempre había querido tocar blues.

Le decían Manzanita porque los cachetes se le ponían rojos cuando se mentaba un amor que tuvo y al que no regresó. Sólo por eso, porque no había otra causa justa para que lo llamaran Manzanita, y sin embargo ese era el apodo de Tomás Celestón Fuentes. Sus padres le habían puesto Celestón porque cuando su madre estaba embarazada veía un teleteatro de una niña que había perdido a su madre, pero su madre le aparecía, y se llamaba María Celeste.
 
Fuentes le decían porque su padre y su abuelo se apellidaban Fuentes, y Tomás porque ese era el santo del día en que nació. Pero le decían Manzanita y tocaba el acordeón a piano, cosa que había aprendido de muy chico y había olvidado pronto. De todos modos le iba a servir, porque se ganaba la vida haciéndolo, y había canciones en las que la Arruyo dejaba de cantar la letra triste de sus cuentos de desamores para que Manzanita remedara la melodía con sus dedos mágicos.
 
Lo hacía y sonreía como si fuera una travesura, bailaba de lado con un ritmo entrador que les gustaba a las chicas del público, moviendo la cintura como un trompo, y cuando bajaba del escenario se sentaba a la mesa, se miraba en un espejo pequeño y se arreglaba el jopo.
 
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