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12 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Qué cosa con esta gente

Sabado, 22 de diciembre de 2012 20:33
Finalmente, Luis esperó a que su padre, que había sido su patrón sin saber que era su padre, saliera de la casa hasta su auto. Vestía elegante como salía siempre, como lo hacía antes, cuando él, Luis, era su jardinero y le hacía los asados y lo admiraba o envidaba, ya no había forma de saberlo.
Se acomodó la manga del saco para que le cubriera el puño de la camisa, se acomodó la solapa para que no hubiera asomo de arrugas y miró para uno y otro lado pero no lo vio a él, a Luis, que estaba escondido tras un árbol.
 
Caminó hacia el auto, que un chofer ya había dejado en la vereda. Eran tres, cuatro metros hasta el auto, y el hombre caminaba lento, seguro de si mismo, pausado en su confianza. Luis odió esa confianza y se dijo que se la iba a hacer tragar, aunque fuera su padre, y entonces salió de atrás del árbol.
 
Luis se le acercó sin un plan definido. Acaso iba a matarlo, pero era un hombre muy poderoso como para que él, Luis, lo matara. Un hombre muy seguro de si mismo. Le iba a pedir hablar de esas cosas que, cuando supo de la muerte de la Paloma, ese hombre le dijo que no era momento para tratarlas.
 
Le iba a decir… Pero el hombre sacó un revólver del cinto, un revolver que Luis vio pequeño y al que no le dio importancia, y habrá creído que lo atacaba porque hizo dos disparos con más asco que furia, y vio caer a Luis al suelo, al hijo de la Paloma, esa empleada que dijo que alguna vez fue suya.
 
El hombre guardó el revólver, dijo: qué cosa con esta gente, y sacó su celular para llamar a la policía.
 
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