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12 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Laberintos humanos. Casi como quien lamenta

Lunes, 10 de diciembre de 2012 21:18

Pasaron más años en el Dorado, y el conquistador llegado con Sebastián Gaboto, el jesuita expulsado por el rey, el realista nostalgioso y el guitarrista de Gardel, escucharon los altoparlantes que anunciaban una noche de cumbia con la voz inigualable de Arruyo, la de la falda al viento y la cadera angosta.

Cierto que se anunciaba lejos de tanto inútil oro, donde el tiempo terminaba, pero no lo dudaron y huyeron, y a la entrada del club sorprendieron al representante de Arruyo pagando sus entradas con brisas, hojas de coca y bombillas de oro, y luego asombraron al mozo pagando las cervezas con ramas, trinos y agua de oro.

Pero más se sorprendieron cuando aplaudieron las canciones de la Arruyo, porque si bien eran ciertas su falda al viento y su cintura angosta, su voz distaba mucho de cumplir con las promesas de la publicidad. Cantaba de los pesares de amores quebrantados, de bebidas que olvidan lo pasado, de engaños y de hombres que no valen la pena, pero lo hacía casi como quien lamenta cantar.

Por eso era que cantaba en esos despoblados cercanos al horizonte, no en los grandes clubes de las grandes ciudades, pero esos hombres, que habían tenido todo el oro del Dorado, y todo el tiempo porque en el Dorado nadie muere, festejaban sus desafinos con aplausos y con gritos de júbilo saludaban sus movimientos de cintura.

Y la siguieron, de pueblo en pueblo, por donde giró su gira, y la siguieron hasta que gastaron el oro que llevaban en sus alforjas y ya no fueron admitidos como publico de aquella pobre cantante de fronteras.

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