Señor director:
El viernes 30 de noviembre al medio día, concurrí a la Sucursal Jujuy del Banco Hipotecario, a realizar un depósito –trámite a título de “gauchada” para un amigo-. Mi orden en la fila de espera era el número 10; luego de 40 minutos y a dos lugares de ser atendido, una de las empleadas del banco ingresa detrás de la mampara dispuesta para seguridad de los clientes (¡!) y misteriosamente se corta el flujo de atención. Casi de inmediato vuelve dicha empleada, comprobante en mano, y sobre el silencio provocado por la indignación de quienes esperábamos se escuchó la máquina cuenta-billetes -¿depósito o extracción?- al volver la vista al escritorio de la diligente auxiliar descubrimos que el cliente privilegiado era el popular Mauro –líder de los Tekis-. Comprendimos resignadamente que no teníamos el carisma, la chapa de folclorista del cliente de marras de rostro angustiado o quizás medio dormido que se acordó tardíamente del compromiso financiero a costillas del tiempo de quienes no somos famosos.
Ante el murmullo de algunos, y la viva voz de otros, un empleado, supuestamente jerárquico, con cara de “perro que volteó la olla” se desentendió del tema.
El episodio descripto es frecuente en muchas entidades públicas, privadas y estatales. Unos por pesados de las ong, otros por famosos, pero todos por prepotentes, que siguen sumando diferencias a esta sociedad supuestamente democrática, igualitaria y pluralista.
Roque Raúl Salas
DNI 10.473.748
