Mientras el aire tilcareño recibe a los visitantes del mundo en cada época del año, los colores y los sabores de la Quebrada fluctúan entre sí, colmando las callecitas angostas junto a los aromas que ya son parte esencial del pintoresco lugar.
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Mientras el aire tilcareño recibe a los visitantes del mundo en cada época del año, los colores y los sabores de la Quebrada fluctúan entre sí, colmando las callecitas angostas junto a los aromas que ya son parte esencial del pintoresco lugar.
Entre el vaivén de los tiempos, turistas y residentes pueden percibir las invitaciones a disfrutar de las famosas tortillas rellenas que desde la primera esquina, antes de llegar a la plaza central, se pueden sentir.
La recepción de las vendedoras, afín a muestras constantes de amabilidad, termina en la oferta y en la sonrisa que nace de la calidez.
Allí, Sofía Barconte detrás de la parrilla desde donde se multiplican sus tortillas simples y rellenas, realizó un alto en su elaboración para revelar detalles del oficio que efectúa con amor desde hace quince años.
"Empecé primero en el parque que está al frente de la terminal, después de un año o dos, el traslado fue aquí, a esta esquina", comenzó su relato.
Eran tiempos en los que la tortilla simple era toda una novedad. Por la practicidad en la preparación y porque salía calentita desde las brasas que desde temprano se ajustaban para la cocción espontánea.
"Las primeras fueron simples, después se empezó a hacer con jamón y queso, salame y queso; después con tomate, queso y albahaca", indicó con el orgullo de ser una de las primeras vendedoras que amplió su carta con ingredientes exquisitos.
"Como los mismos clientes pedían que empecemos a hacer de diferentes sabores, entonces, empezó a salir la de choclo, aceituna y cebolla. El año pasado probé con la de bondiola y queso; y la de champignon y queso también", afirmó.
Es que en la variedad está el gusto y al hacerlas combinadas con más ingredientes, la idea fue descubrir nuevas sensaciones.
Desde que más posibilidades salieron a la luz, la respuesta de la gente fue positiva.
El éxito cobró fuerza, incluso para todas las vendedoras porque la masa, es distinta en cada caso.
"No todas tenemos la misma mano para hacerlas, ni es el mismo preparado. Así que el sabor va cambiando. Yo la realizo con harina común, el agua con sal, la grasa y luego se le echa un poquito de bicarbonato para que salga un poquito más dorada", expresó.
Los ingredientes son poquitos y es lo único que lleva la masa por lo que su cocción es de entre siete a diez minutos.
"Hay que hacer todo con cariño y amor para que salga mejor. Preparo todo en el día y el relleno es al momento. Desde que me levanto, empiezo a disponer la masa para estirarla después y me vengo para acá a las ocho de la mañana", expresó.
Para coronar la elaboración, la cocción es a la parrilla, por lo tanto, se tiene que tener bien encendidas las brasas para que quede a punto.
Como la masa de las rellenas es finita y no lleva levadura, se cocina rápido; pero las que se demoran son las simples al ser un poquito más gruesas.
Cada una tiene su público y la recepción es positiva.
"Este oficio es un trabajo muy lindo, gracias al que alimentamos a nuestros hijos. Me llena de orgullo porque lo hago con mis manos. Le enseñé a mi hija y también le gusta. Así que es un trabajo que va de generación en generación", destacó la vendedora que forma parte de un total de veintiocho trabajadoras del rubro que ofrecen sus productos con la mejor predisposición.
"Salimos en dos grupos, día por medio, catorce y catorce. Nos turnamos entre nosotros para poder vender", dijo Barconte, quien afirmó que la venta en lo que va del año es baja en comparación al año pasado, aunque para febrero, espera, sea mejor.
"Recibimos turistas de muchos países como Brasil, Italia, Suecia, Francia y Japón, de muchos lugares", aseguró sonriendo quien sin saberlo, cocina para el mundo.