Se estrena "Adorando la serpiente", una obra de Elena Bossi, con las actuaciones de Silvia Gallegos y Julia Suárez, y la dirección de Rodolfo Pacheco.
La cita es esta noche a las 21, en Teatro El Pasillo (José de la Iglesia 1190). El Tribuno de Jujuy conversó con los artistas para conocer detalles de esta producción que tuvo un largo proceso de creación y toca un tema muy sensible como es el racismo en Jujuy.
La obra está escrita desde 2019 más o menos, coincidió con la publicación de un libro de la UNJU (Universidad Nacional de Jujuy) y el Inadi (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo de Argentina, que funcionó hasta el año pasado), titulado "Mapa de la Discriminación en Jujuy".
"A partir de ahí, empezamos a relacionar con Elena, las estadísticas con el teatro, empezamos a pensar qué es lo que se puede decir con el teatro sobre este tema para sensibilizar de manera distinta, sobre este tema", comienza explicando Rodolfo Pacheco.
"De todos modos, dentro de las tantas cosas que atraviesa la discriminación, nosotros decidimos meter, algunos de esos temas en la historia", continúa. El director explica que la autora escribe esta obra con textos de lo cotidiano. "Son cosas que se dicen todos los días, y están incorporadas a una cultura que genera brecha", dice, "porque a partir de la discriminación se genera el odio".
Es sobre una mujer, que tiene en su casa cono empleada doméstica a otra mujer, y la relación entre ambas. Las dos son marrones y tienen rasgos andinos, pero una siente que es superior y diferente.
"Es una historia narrada, que, yendo a una esfera más amplia, muestra cómo nos movemos dentro de esa convivencia, sabiendo que las convivencias son raras y difíciles, partiendo simplemente de que son dos seres humanos. En Jujuy es otro tema además. Todo discurso genera un poder, y ese poder está anclado en una de las mujeres de esta historia, y eso genera que se opaque la cultura y el modo de ser de la otra persona. Se generan entonces un dominante y un dominado", detalla Pacheco.
En estas relaciones de poder, el dominado no puede hablar porque pierde su trabajo. Situación ésta que se repite en distintos ámbitos y en distintos tiempos.
Otro de los temas que se tocan en esta obra es la sororidad. Se preguntan si hay una solidaridad de género.
Las actrices
"No todos los actores pueden hacer esto que hacen Silvia y Julia, de pensar una obra y pensarse. Acá las dos son de rasgos, piel y cultura andina", explica el director.
El personaje de la empleada se desdobla en una persona joven y en otra que razona después con la madurez y puede analizar lo que le pasó en ese tiempo, comenta.
Este personaje, cuando va a la Universidad puede razonar con otro conocimiento y por eso se comunica.
Silvia Gallegos, reconocidísima actriz de nuestra provincia, es la dueña de casa, la empleadora en esta obra. Ella nos cuenta su experiencia de defender su identidad con su arte: "Hay una parte ética, del famoso convivio del que habla (Jorge) Dubatti, donde prestarle el cuerpo a la mala, a la que tiene que discriminar, la que tiene que decir ese texto que es un tejido de pensamientos y voces distintas, es muy fuerte para mí. Esta mujer andina que busca parecerse a quien la oprime me interpela. En ella se ve la herida colonial que todavía sangra. Tal vez interpretarla sea una forma de nombrar ese dolor que todos, de algún modo, heredamos, y de esto que nos acontece, como es la marronitud. Esto nos acontece a nosotras en la puerta de casa, cuando una sale a atender y te preguntan '¿está la señora de la casa?' y entonces me pregunto '¿por qué no podría ser yo la señora de la casa, que hay que hace que no pueda serlo?', y es que está en el imaginario que la señora de la casa tiene que ser alta, rubia, blanca. Desde eso tan chiquito, partimos a poner en escena, cosas que duelen, que te interpelan, y ponen en tensión, que todavía no curó esas heridas", comenta la actriz, pensándose desde su ser mujer marrón. "Y estamos puestas en ese lugar desde las mismas pares", continúa, "en este caso una mujer tan andina como su empleada, se pone sin embargo en esta postura del poder por ser la patrona".
Y cómo lograr ser ese personaje que, en la vida real, es el o la mala de la propia vida. Entonces explica Pacheco: "El actor debe justificar al personaje para poder vivirla. Necesita tener empatía con ese personaje. Tiene que haber razones dentro de la complejidad humana".
Julia (quien hace el personaje de la empleada sometida), por su parte explica: "A mí me toca construir un personaje muy vinculado a la vivencia que yo he atravesado toda mi vida. Sigo transitando este espacio donde siempre se mira desde un lugar superior. Me toca construir este personaje que va creciendo de a poco. Al principio no emite opinión, tiene miedo hasta de comer. A través del tiempo y del estudio (hace una carrera universitaria), puede ponerse en otra posición y hacer una reflexión. Y en el transcurso de la obra va analizando esta situación".
A la vez, entiende, que "nosotros tenemos una construcción que viene desde nuestros abuelos, como dice la obra. La propuesta es deconstruir ese pensamiento y permitir también que las personas puedan vivenciar desde el teatro estas cuestiones que son cotidianas y no debería serlo", expresa.
"Debemos reflexionar, como actuamos, como madre, como hermanos, como amigos, etc. En estas situaciones. Esta obra apunta a mirar desde otro punto de vista, aprender a mirarse y a vivir en un mismo espacio. A pensar que todos somos diferentes, pero que todos podemos aportar desde esa diferencia, y eso nos hace rico", concluye la actriz.
Las entradas se consiguen por EntradaWeb.