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16 de Julio,  Jujuy, Argentina
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"Inseguridad: cuando la duda es una puerta"

Miércoles, 16 de julio de 2025 01:02

"¿Y si la inseguridad fuera solo una voz antigua que olvidamos cómo escuchar?"

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"¿Y si la inseguridad fuera solo una voz antigua que olvidamos cómo escuchar?"

Una charla íntima para que te (re)descubras. ¿Cuántas veces sentiste que no eras suficiente? ¿Que algo en vos estaba "mal"? ¿Que para gustar tenías que esconder partes tuyas?

No estás sola ni solo en esto. Esa sensación de inseguridad, que parece tan personal, en realidad tiene raíces culturales, familiares, biológicas y espirituales. Hoy te invito a mirar tu inseguridad de frente. No para eliminarla a la fuerza, sino para escuchar qué te viene a decir.

La inseguridad no es un defecto: es un ajuste. Primero, algo fundamental, la inseguridad no es una característica fija de tu personalidad. No "sos" inseguro; a veces te sentís inseguro. Y eso no es malo en sí mismo. La inseguridad es un ajuste natural ante lo nuevo, un mecanismo que te permite tantear el terreno, ser cuidadosa, aprender.

Cuando la inseguridad se vuelve permanente, cuando se instala como un patrón fijo, deja de ser saludable y empieza a limitarte. Esa fijación suele estar relacionada con miedos, pensamientos rígidos, identificaciones heredadas y permisos que no nos damos para vivir y ser.

Como explica Lacan, la inseguridad no es una falla del yo, sino una herida en el deseo que se gestó en la relación con el Otro, cuando no nos sentimos reconocidos o deseados plenamente (Lacan, 1977).

Lo que nos dijeron, lo que creemos. Vivimos en una sociedad que premia el rendimiento y castiga la vulnerabilidad. Creemos que valemos por lo que logramos y no por quienes somos (Han, 2014). Las redes sociales amplifican esta ilusión, y la meritocracia nos hace creer que dudar es fracasar.

Pero no. Como dice Perls (1973) desde la Gestalt, la inseguridad surge cuando nos alejamos de nuestra espontaneidad y nos llenamos de mandatos ajenos, introyectos que no digerimos.

Sabiduría andina: volver a enraizarse. Desde la sabiduría andina, esta desconexión adopta otro nombre: desarraigo. Cuando nos desligamos de la tierra, del linaje, de la comunidad y de nuestro propósito, nos descentramos y el alma pierde fuerza, igual que una planta arrancada de su suelo (Mamami, 2012).

El ayni, uno de los principios más profundos de esta tradición, es el camino de regreso. Significa equilibrio vital a través de la reciprocidad consciente: dar y recibir, en armonía con la vida que nos rodea. Cuando este flujo se interrumpe -ya sea por aislamiento, individualismo, olvido de los ancestros o acumulación sin sentido- surge el desequilibrio interior, que se manifiesta como confusión, ansiedad o inseguridad.

En palabras de los sabios andinos, "la persona que olvida su sitio en la red de la vida se vuelve frágil, como hoja al viento". La seguridad no se construye desde la competencia individualista, sino desde la pertenencia: reconociendo que somos parte de un tejido más grande que nos sostiene y nos da sentido.

"Somos como hilos en un telar: cuando uno se suelta, todo el tejido pierde fuerza. Enraizarnos es volver a entretejer nuestra vida con la de los demás, con la tierra y con lo sagrado".

"La seguridad no viene de cuán alto crezcas, sino de cuán hondo te sostienen tus raíces".

Sabiduría quechua. "El alma desarraigada es como un colibrí que olvida dónde está su flor. Cuando vuelve a la flor que la alimenta, danza otra vez en el aire con confianza".

Pregunta medicinal: ¿Qué parte de vos se quedó desarraigada? ¿Hace cuánto que no honrás tu propósito, tu linaje o la tierra que te alimenta?

Recuperar la seguridad desde esta mirada no es "autoafirmarse" en soledad, sino volver a ocupar el lugar que te corresponde en el gran círculo de la vida. No como alguien que debe sobresalir, sino como alguien que sabe -y honra- que su presencia es necesaria y valiosa.

Psicología transpersonal: recordar quién sos. La psicología transpersonal nos invita a dar un paso más allá, hacia la dimensión espiritual de nuestro ser. Aquí, la inseguridad se entiende como el olvido de nuestra verdadera naturaleza, cuando nos identificamos solo con el ego -ese conjunto de roles, máscaras, heridas y expectativas- y perdemos contacto con el Ser esencial. La inseguridad, entonces, es el grito del alma pidiendo volver a casa (Wilber, 2000).

La herida del olvido: El ego necesita aprobación para sentirse valioso. Se mide en logros, en apariencias, en "likes" externos. Pero el alma no. El alma ya es completa, incluso en su vulnerabilidad.

El regreso al centro: La psicología transpersonal propone prácticas de meditación, respiración, arte, silencio y contemplación para reencontrarnos con esa parte de nosotros que no necesita probar nada. Esa que sabe que su existencia es suficiente.

Práctica simple: Cerrá los ojos, respirá profundo y repetí internamente "No soy lo que el mundo espera de mí. Soy el que recuerda quién es, incluso cuando duda".

Sentí cómo tu respiración te ancla en el presente y recordá:

"La inseguridad no está para destruirme, está para enseñarme a volver a mí".

Porque, como ya dijimos: "No sos inseguro. Sos vasto, pero aún no lo sabés". "Porque el Otro no te lo dijo, y vos todavía te lo estás creyendo".

Tips para crecer desde tu inseguridad. Escuchá tu inseguridad. Preguntate: ¿de quién es esta voz?

¿Es realmente mía? Recordá que no sos una máquina. Sos valioso por existir, no por producir.

Enraizate en tus vínculos y propósito. Tu seguridad se fortalece cuando te sabés parte de algo mayor.

No la confundas con humildad. Dudarte no te hace más modesto; solo te aleja de vos.

Permitite aprender. La inseguridad es normal cuando algo es nuevo; se transforma con la práctica.

Para llevarte

La inseguridad no es un enemigo. Es un mensaje. Una señal de que hay algo dentro de vos que todavía no fue mirado con ternura, que espera ser recuperado. Una voz antigua que quiere recordarte que tus raíces son más profundas que tus miedos.

Quizá no se trate de eliminar esa voz, sino de aprender a caminar con ella, más cerca de tu propio centro.

Que tu inseguridad no sea una cadena, sino una puerta.

 

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