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12 de Julio,  Jujuy, Argentina
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Ética, poder y memoria social

Miércoles, 02 de julio de 2025 01:04

"No todo lo que suma, vale. Y no todo lo que vale, se mide en dinero". "Para que la verdad no se extinga". Yo no tuve voz cuando mis padres perdieron su casa. No tuve voz cuando me pasaron cosas que aún duelen. Y todavía hoy, muchas personas no la tienen. No tienen voz para defender sus tierras. No tienen respaldo económico para sostener su dignidad. No tienen poder para establecer los límites de su cuerpo.

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"No todo lo que suma, vale. Y no todo lo que vale, se mide en dinero". "Para que la verdad no se extinga". Yo no tuve voz cuando mis padres perdieron su casa. No tuve voz cuando me pasaron cosas que aún duelen. Y todavía hoy, muchas personas no la tienen. No tienen voz para defender sus tierras. No tienen respaldo económico para sostener su dignidad. No tienen poder para establecer los límites de su cuerpo.

Pero un día, el sol sale. Y el poder perdido vuelve. Vuelve en una terapia, en una posibilidad, en una mirada limpia, en un abrazo verdadero. El poder vuelve en personas que no se venden ni se compran. Que no tienen Alzheimer moral. Personas que aún se conmueven con el dolor ajeno, y deciden hacer la diferencia.

Hoy escribo por ellas. Y por quienes todavía no pueden hablar. Escribo para que las voces silenciadas recuperen la fe. Para que se abran caminos donde parecía no haber salida. Como el mar rojo ante un pueblo en fuga. Como el alma ante una nueva oportunidad. Porque la verdad nunca ha sido mayoría. Pero ha resistido. A lo largo de la historia, esas voces que encarnan la verdad han sido perseguidas, ridiculizadas, excluidas... pero no destruidas. Y no lo han sido porque existe un poder más grande que la avaricia, más profundo que la mentira, más sagrado que el sometimiento.

Ese poder se llama dignidad. Y mientras haya aunque sea una sola persona capaz de honrarla, la historia no estará perdida. Vivimos tiempos donde el éxito suele medirse en cifras y no en consecuencias. Sin embargo, el dinero, como toda energía poderosa, no es neutro. Puede ser motor de justicia, dignidad y libertad. O convertirse en la moneda de cambio con la que se compran silencios, se erosionan derechos y se perpetúan desigualdades.

El buen dinero es aquel que circula en coherencia con valores, con respeto por las personas y los procesos. Es el que sostiene, el que repara, el que construye sin destruir. El mal dinero, en cambio, es el que nace del aprovechamiento, del engaño, del abuso del poder, del incumplimiento de pactos o del olvido de los vínculos y las ausencias de mirada y palabras dichas.

Poder, responsabilidad y legado: una ecuación ética. Desde la filosofía griega hasta las declaraciones contemporáneas de ética profesional, se repite una verdad: el poder sin responsabilidad es violencia estructural. Donde hay privilegio, hay deber. Donde hay representación, hay rendición de cuentas.

En la abogacía y en el ejercicio del derecho, este principio se consagra desde el juramento profesional: "Prometo por Dios y por la Patria desempeñar fielmente la profesión de abogado, con lealtad, probidad, decoro y dignidad, respetando las leyes y buscando la justicia".

Este juramento no es sólo para esta población profesional. Es para cada uno de los habitantes del suelo tierra. Nunca ha sido más claro lo que el poder de la palabra puede generar. Es la diferencia entre tener un trabajo o perderlo, habitar un lugar o quedar desalojado, es que un niño tenga hogar o quede en la calle.

La ética profesional moderna insiste en la necesidad de incorporar no solo conocimientos jurídicos, sino también una conciencia crítica del impacto social de cada decisión. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos señala que "la administración de justicia no debe sólo ser técnica: debe ser humanizada y centrada en la víctima".

En la antigüedad: cuidar a los que no tienen voz. En las culturas antiguas, tanto orientales como occidentales, viudas y huérfanos eran figuras especialmente protegidas por las leyes y las cosmovisiones espirituales. ¿Por qué? Porque representaban la fragilidad humana, la necesidad de comunidad y la ética de la responsabilidad hacia el otro.

La Biblia, por ejemplo, repite más de 30 veces la orden de proteger a "la viuda, el huérfano... ". (Deuteronomio 24:17). Esta tríada simbolizaba aquello que no tiene padre, ni esposo, ni tierra: lo que no tiene respaldo, y por tanto, exige conciencia.

Cuando el beneficio personal genera deuda colectiva. Desde la mirada transgeneracional, todo beneficio adquirido a costa del otro deja una marca. Ya sea en forma de exclusión, síntoma o repetición. Los sistemas familiares "registran" tanto el dinero mal habido como el poder mal ejercido.

Como plantea la teoría sistémica: "Lo que se excluye, se repite. Lo que no se repara, se hereda". Bert Hellinger (2001).

Hay silencios que duelen más que los gritos. Y hay traiciones que no solo hieren a quienes las padecen, sino que contaminan el tejido invisible de todo un sistema.

Cuando un profesional -sea del derecho, de la salud o de cualquier disciplina de cuidado- se enriquece traicionando el propósito ético de su función, el daño no se limita a una persona o a una causa. Lo que está en juego es mucho más que un expediente: se daña el alma del sistema.

Porque la vida no es un juego que se gana cuando se gana. A veces, cuando alguien "gana" a costa de otros, las siguientes generaciones pagan el precio. El alma -esa fuerza vital que sostiene a los pueblos y las familias- no es ni individual ni temporal. Es colectiva y eterna.

Belgrano ya murió, pero aún vive en su legado inmortal. Judas también murió, pero su nombre todavía pesa como símbolo de traición. No es solo cuestión de moral o de religión: es memoria generacional. Aun cuando se evada la responsabilidad en lo legal, lo simbólico permanece. Lo que uno no limpia, lo hereda alguien más.

Y no se trata de acusar. Se trata de mirar. Porque toda exclusión -de justicia, de verdad, de conciencia- vuelve. Y a veces vuelve con rostro de enfermedad, de ruina o de repetición.

Por eso, cuando en una oficina, detrás de un escritorio o entre papeles sellados, alguien elige vender su ética, no solo cambia el rumbo de una causa: desorienta el alma del sistema al que pertenece.

Quizá ese alguien no se dé cuenta. O quizá sí.

Pero lo cierto es que hay decisiones que, aunque no se juzguen en tribunales, serán recordadas por el alma de las historias que ayudaron -o impidieron- sanar.

La ley de la reciprocidad: un principio espiritual y legal. La ley de la reciprocidad, presente tanto en el derecho indígena como en la filosofía andina y en sistemas jurídicos occidentales, establece que todo acto genera una respuesta. En el plano espiritual, esto se traduce como karma o memoria universal. En lo legal, como reparación, restitución o castigo.

Fratelli Tutti, encíclica del papa Francisco, lo expresa así: "La verdadera caridad es justicia: no basta con dar lo que sobra; hay que restituir lo que fue quitado".

Ética, abogacía y espiritualidad: hacia una nueva síntesis. En palabras del Dalai Lama: "La ética es más importante que la religión. La compasión es una necesidad, no un lujo".

Hoy más que nunca necesitamos recuperar una ética del cuidado que trascienda el código penal o los límites del expediente. Una ética que mire a los ojos a la víctima, que comprenda el daño simbólico, que respete la dignidad humana más allá de la ley escrita.

Marco legal y deberes profesionales. Desde el punto de vista normativo, el Código Civil y Comercial Argentino (Ley 26.994) establece principios de buena fe, responsabilidad y reparación.

En materia de derecho de familia, la vulneración de derechos de niñas, niños y adolescentes es especialmente grave: se invocan tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño, con jerarquía constitucional.

Además, la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes en Argentina sostiene que toda acción u omisión que afecte el interés superior del niño puede ser objeto de intervención judicial, denuncia ética y sanción civil o penal.

El incumplimiento profesional no solo es falta ética, sino muchas veces delito. Y como decía un juez de la Corte Suprema: "se traiciona a la Justicia".

Dinero que limpia o dinero que ensucia. La pregunta no es solo cuánto ganamos. Es a costa de quién, con qué respeto y qué huella dejamos. El dinero puede ser bendición o deuda. Puede tejer vínculos o romperlos. La responsabilidad ética y sistémica no prescribe.

"Lo que no se repara con actos, se hereda con síntomas. Y lo que se gana sin alma, se paga con alma".

 

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