Inicio esta columna con un saludo a la Bandera (fragmento) de Leopoldo Corretjer: “Yo te saludo, Bandera de mi patria, /sublime enseña de libertad y honor, / jurando amarte, como así defenderte / mientras palpite mi fiel corazón”
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Inicio esta columna con un saludo a la Bandera (fragmento) de Leopoldo Corretjer: “Yo te saludo, Bandera de mi patria, /sublime enseña de libertad y honor, / jurando amarte, como así defenderte / mientras palpite mi fiel corazón”
También en este saludo deseo resaltar un fragmento de la “Oración a la Bandera” de Joaquín V. González: “Bandera de la Patria, celeste y blanca. Símbolo de la unión y de la fuerza con que nuestros padres nos dieron independencia y libertad; guía de la victoria en la guerra y del trabajo y la cultura en la paz. // Vínculo sagrado e indisoluble entre las generaciones pasadas, presentes y futuras”. Y finalizo mi saludo con algunos versos de Juan Chassaing de “Mi Bandera”: “Aquí está la bandera idolatrada, / la enseña que Belgrano nos legó, /. . . Aquí está la Bandera esplendorosa /que al mundo con su triunfo admiró, //. . . Aquí está como el cielo refulgente /ostentando sublime majestad, / después de haber cruzado el Continente, / exclamando a su paso libertad. . .”.
En los versos y pensamientos anteriores surgen las ideas del General Manuel Belgrano en relación a las banderas por él creadas. Sabemos que estaba convencido del uso de un distintivo para los soldados bajo su mando, de ahí el bautismo de las baterías Libertad e Independencia en las barrancas del Paraná, el 27 de febrero de 1812, momento en que enarbola una Bandera azul y blanca, con iguales colores de la escarapela ya aceptada por el Triunvirato de Buenos Aires, como distintivo nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Después de este acto lo nombran jefe del Ejército del Norte y ya en Jujuy y en uso de su función volverá, el 25 de mayo de 1812, a hacer bendecir por el canónigo Juan Ignacio Gorriti el sagrado símbolo, en celebración del segundo aniversario de la Revolución de Mayo.
Ya sabemos que el triunvirato dio por incumplida su orden de no enarbolar un distintivo nuevo, pero Belgrano en desconocimiento de la misma volvió a reincidir con la presentación del necesario símbolo y explicó su conducta en los siguientes términos: “La Bandera la he recogido y la deshaceré para que no halla (sic) ni memoria de ella; y se harán las banderas del Regimiento número 6 sin necesidad de que aquella se note por persona alguna; púes si acaso me preguntaren por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el ejército y como ésta está lejos todos la habrán olvidado y se contentarán con las que se le presenten”. Después de otras consideraciones dice el creador de nuestro símbolo patrio: “Mi corazón está lleno de sensibilidad, y quiera V.E. no entrañar mis expresiones, cuando veo mi inocencia y mi patriotismo apercibido en el supuesto de haber querido afrontar sus superiores órdenes, cuando no se hallará una sólo de que se me pueda acusar, ni en el antiguo sistema de gobierno y mucho menos en el que estamos y que V.E. no se le oculta cuánta especie de sacrificios he hecho por él”.
Como vemos los tiempos de la historia y los tiempos de la realidad de los hombres que la construyen se entremezclan y se entrecruzan por intereses personales, sectoriales y el verdadero conductor que nos preocupa, el creador de la Bandera, de esa otra Bandera, la “de Nuestra Libertad Civil y que Belgrano decidió que “Jujuy será, pues, el santuario patrio y el lugar de cita para todos los argentinos que quieran rendir pleitesía a su Bandera”.
El historiador Horacio Carrillo, desde su magistral pensamiento, nos habla sobre la Bandera de Belgrano: “Y como el símbolo lo encarna todo, esta vieja seda que guardamos con sagrado respeto, es la misma patria. Ella vio y alentó la lucha legendaria; ella se guardó ‘cual la flor seca de un recuerdo íntimo’ sobre el pecho del pueblo jujeño, que, como los hirsutos pastores del Cáucaso, tomó el camino del destierro cuando los lobos aullaron en las alturas. . . Ella sintió un vaho de victoria en el perfume de los naranjales tucumanos, y ondeó gallarda sobre las aguas tumultuosas del Pasaje; Ella tremoló soberbia y magnánima rendimiento a los vencidos en Salta; Ella presenció, palpó, el estoicismo argentino en Vilcapujio y Ayohuma; Ella fue el talismán de la vida épica de los guerrilleros del norte, y sintió en su torno encresparse las pasiones lugareñas y vio correr sangre fratricida, y aspiró por muchos años el incienso de los viejos altares, y se plegó envuelta en sombras de noches lúgubres, o se distendió, luminosa y triunfal, en días de pleno sol. . .”.
Como por las arrugas de un rostro amado -vieja y venerable abuela- por los pliegues de tu seda han corrido las lágrimas de este pueblo; lágrimas de dolor, lágrimas de alegría, lágrimas de rabia, quizá. . . pero ¡lágrimas de vergüenza, jamás!
Y si en este aniversario jubiloso habríamos de batir la verdadera diana de tus triunfos, Amada nuestra, ¡no serían suficientes todos los tambores y todos los clarines de la tierra!”. Maravillosas palabras de don Horacio Carrillo Historiador y ahora consagrado poeta, como fin de esta columna, en homenaje a la única Reina que los jujeños guardamos, en nuestros corazones argentinos y que juramos defender hasta perder la vida