Con profundo pesar, la comunidad sampedreña despidió a Berta Rivera de Bernal, una de sus hijas dilectas, que supo con su entrega incondicional, dejar huellas imborrables. Una fecunda vida la hizo dueña de los más caros afectos que supo cosechar a lo largo de todos sus años, y recordarla, será siempre una hermosa misión, porque sólo permanecen en el tiempo, esas almas capaces de darlo todo, mientras caminaron por esta vida. Y Bertita, como solían llamarla, fue uno de esos seres de infatigable amor por su profesión, su familia y su gente.
inicia sesión o regístrate.
Con profundo pesar, la comunidad sampedreña despidió a Berta Rivera de Bernal, una de sus hijas dilectas, que supo con su entrega incondicional, dejar huellas imborrables. Una fecunda vida la hizo dueña de los más caros afectos que supo cosechar a lo largo de todos sus años, y recordarla, será siempre una hermosa misión, porque sólo permanecen en el tiempo, esas almas capaces de darlo todo, mientras caminaron por esta vida. Y Bertita, como solían llamarla, fue uno de esos seres de infatigable amor por su profesión, su familia y su gente.
Berta Rivera de Bernal, falleció en medio de la estricta cuarentena este lunes 27 de julio de 2020. Lamentablemente, ningún sampedreño pudo despedirla, pero a través de las redes sociales, la recordaron y elevaron una oración en su memoria.
Fue una infatigable sembradora del saber, fue hija, esposa, madre, pero ante todo mujer, cuya vida, se hizo antorcha para iluminar en el saber a niños y jóvenes. Maestra, más que por talento por amor a los niños que, en la zona rural de su amado Vinalito, como en tantos rincones de la patria, intentan con gran esfuerzo, jugar su mejor carta al futuro. Y justamente, entendiendo que este futuro dependía de los altos valores construidos en el seno de cada hogar, junto al padre José Gottau y a otras damas de su época, tuvo la visionaria idea de fundar y presidir la Asociación de Madres Cristianas, entidad pionera en el país y que luego dio lugar a la Liga de Madres de Familia.
Sus férreas convicciones cristianas, le dieron el empuje para dedicar tiempo en las actividades de la Acción Católica y donar también su voz y talento en el coro parroquial, junto a la recordada Elda Legrand de Bordallo, entre otras múltiples actividades culturales y cívicas, nutridas todas de su espíritu caritativo y altruista.
El reconocimiento que siempre tuvo, fue el de su gente, el de sus vecinos, el de sus colegas, de su comunidad eclesial, de su familia y el de la revista cultural Grito Verde, que tuvo el privilegio de conocer su historia y compartirla, a modo de ofrenda perpetua hacia una mujer que fue, desde la sencillez de su corazón y su entrega, parte esencial de la historia de los sampedreños.
Berta Rivera de Bernal nació en Pampa Blanca, departamento El Carmen, el 15 de enero de 1922. Sus padres fueron Gilberto Rivera, comerciante, y María del Tránsito Valdez Almaraz, ama de casa. Siendo niña, la actividad de su padre, llevó a la familia a afincarse definitivamente en el Ramal. Aprendió las primeras letras en la escuela primaria Nº 2 "Domingo Teófilo Pérez" y cuando su padre fue nombrado gerente del almacén de ramos generales, se afincaron en lote San Antonio, donde junto a sus hermanos Luis y Elda, asistió a la escuela del citado lote, hoy Nº 230 "Antártida Argentina" y a la escuela Nº 4 "Esteban Leach".
Se trasladó a Salta para cursar sus estudios secundarios, en el Colegio Santa Rosa, donde egresó con el título de Maestra Normal Nacional. En 1947 inició su carrera docente con suplencias en la actual escuela Nº 281. Transitó las aulas como maestra rural en El Piquete, y luego en Vinalito, departamento Santa Bárbara. Se casó con Lucio Bernal el 27 de febrero de 1947 y tuvo dos hijas, María del Carmen y María Eugenia.