Algún tiempo después, el comisario Pierro nos dijo que recordaba esa mañana en la que fue a desayunar a la casa de Estefanía Vilte y la encontró con un hombre. Hay un capítulo de nuestra serie que lo cuenta, le dijo a Solón y luego aclaró que la actriz encarnaba entonces a Blanca, su mujer.
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Algún tiempo después, el comisario Pierro nos dijo que recordaba esa mañana en la que fue a desayunar a la casa de Estefanía Vilte y la encontró con un hombre. Hay un capítulo de nuestra serie que lo cuenta, le dijo a Solón y luego aclaró que la actriz encarnaba entonces a Blanca, su mujer.
Recuerdo, dijo, que el hombre salió corriendo por la ventana después que lo trompeara en el rostro. Al decirlo, llevé mecánicamente la mano a mi cara y en eso pareció reconocerme. ¿Era usted, Dubin?, preguntó asombrado y la verdad es que recordaba aquellos hechos, no de hace tantos años sino del día en que fui a visitar a la actriz de la serie de Pierro y Solón. Recordaba la sorpresa, porque la tira había sido rodada en Jujuy allá por los años setenta, pero Estefanía me había abierto la puerta con sus lozanos veintitantos, acaso treinta años.
En pocos minutos me había enredado en su seducción, que era a la vez tímida y audaz, y al amanecer lo vi entrar, pero no a este sino al joven Pierro, al de la serie. Ya les dije lo que hablaron, y ya les conté que me clavó un cross junto a la nariz y luego que gané la ventana y salí corriendo por una de esas calles asoleadas de Ciudad de Nievas. No soy atleta y menos con el sobrepeso acumulado durante la cuarentena, así que antes de llegar a la esquina me sentí agitado, pero me desesperó el zumbido de las balas y doblé. Recuerdo el ventanal de una casa que limpiaba una empleada muy joven, y el reflejo en el vidrio de ese hombre que era yo, pero que vestía al modo de aquellos años.