Después del mediodía, la ceremonia ancestral volvió a conquistar espectadores del mundo. Todos los años la plaza frente a la iglesia del pueblo, se consagra como una ofrenda en sí misma y todo es, en conjunto, una experiencia de que las costumbres no desaparecerán fácilmente. Y una prueba de ello fue el grupo de samilantes.
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Después del mediodía, la ceremonia ancestral volvió a conquistar espectadores del mundo. Todos los años la plaza frente a la iglesia del pueblo, se consagra como una ofrenda en sí misma y todo es, en conjunto, una experiencia de que las costumbres no desaparecerán fácilmente. Y una prueba de ello fue el grupo de samilantes.
Los niños de la Puna fueron muy aplaudidos.
Con sus trajes típicos y colmados de plumas y cascabeles, los chicos acompañaron a Nuestra Señora de la Asunción en todo momento, compartiendo la fe con sus padres y amigos.
Los pequeños perteneces a un programa “Yachay” que revaloriza las costumbres que quedaron arraigadas en nuestra cultura y fomenta el rescate de las mismas.