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10 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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El susurro de las voces

Martes, 08 de abril de 2014 23:58

No es que Leopoldo ni yo escucháramos sus palabras pero supimos de ese soldadito nacido en Arequipa y aquel otro en Lima, y del veterano que navegó desde un puerto de España con la orden de exterminar nuestra revolución. El susurro de esas voces ocultas a no más de diez metros en la noche se nos mostraba distinto pero igual a nuestras vidas.

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No es que Leopoldo ni yo escucháramos sus palabras pero supimos de ese soldadito nacido en Arequipa y aquel otro en Lima, y del veterano que navegó desde un puerto de España con la orden de exterminar nuestra revolución. El susurro de esas voces ocultas a no más de diez metros en la noche se nos mostraba distinto pero igual a nuestras vidas.

De uno o de otro lado y aún en medio del campo, donde algún indio podía seguir siendo ajeno a esta guerra de la independencia, en los mercados de la ciudad de La Paz, ahora en manos de los realistas, o en los de Buenos Aires, donde se temía la llegada de las tropas del rey, todas las vidas vistas desde lejos tenían la regularidad del movimiento de las estrellas, pero desde cerca se entreveraban como los dibujos de esa piedra del antigal que Leopoldo repasaba con la yema de sus dedos.

Ver esos dibujos que se enroscaban en la piedra era como vernos desde las estrellas cruzándonos entre nosotros para volver a perdernos y encontrarnos ya distintos en otro punto para envolvernos y seguir, y esas líneas para nosotros atravesando los fuegos de una guerra que se nos perdía hacia el sur en la forma de la huida.

Sentí el impulso de ponerme de pie para abrazar al de Arequipa y al de Lima y al veterano que llegó en el barco, igual como alguna vez me uní en compadrazgo con Leopoldo, que había subido desde Buenos Aires, pero en esa noche ya no era todo lejano como el dibujo de las estrellas sino una lucha a muerte en la que ellos buscaban cazarnos como alguna vez lo hicimos nosotros.

 

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