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10 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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Su propia noche

Domingo, 30 de marzo de 2014 12:31

Para San Juan de la Cruz, cuyos poemas místicos leía Leopoldo mientras estuvo oculto en la casa orureña, la noche oscura era el momento en que los santos dejan de percibir al mundo para volverse unos con Dios. Pero Leopoldo transitaba su propia noche oscura.

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Para San Juan de la Cruz, cuyos poemas místicos leía Leopoldo mientras estuvo oculto en la casa orureña, la noche oscura era el momento en que los santos dejan de percibir al mundo para volverse unos con Dios. Pero Leopoldo transitaba su propia noche oscura.

Para Leopoldo, la noche oscura era dejar de ver la revolución de Mayo como una mera prolongación de la francesa. Así la había conocido en su comienzo, cuando le inflamara el pecho en su Buenos Aires natal, pero después de la derrota de Huaqui empezó a entenderla como parte de la América a la que empezaba a pertenecer.

 Ya no veía las peñas y sus gentes a través de las ideas sino cara a cara. El indio tenía en la piel el olor de haber mascado coca y, sobre el cuerpo, el tramado de los ponchos de su tierra. Y si el Mayo porteño había dicho que llegó la hora de que los pueblos elijan su gobierno, Leopoldo empezó a escuchar la voz de esos pueblos.

 La derrota lo deshojó de las certezas que le embebieron los artículos de Moreno y Monteagudo en la Gaceta, pero no del impulso democrático que naciera en el cabildo abierto. Oculto bajo la capa de estudiante que la familia orureña le ofreciera para no ser tenido por parte de esa tropa derrotada junto al lago Titicaca, Leopoldo anduvo esas calles donde los indios se sentaban para coquear el día.

 Así fue que llegó a pensar que la derrota era necesaria para que la revolución empezara a ser el deseo de su gente. Así, el joven que subió como infante del ejército se volvía uno con el pueblo junto al que peleaba contra España.

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