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El adiós al histórico edificio de la escuela 156

Sabado, 08 de noviembre de 2014 00:00
<p>EN UN AULA/ PUPITRES Y SILLAS ESPERAN SER RETIRADOS PARA DAR PASO A LA DEMOLICIÓN DE LAS INSTALACIONES.</p>

"Quizás lo más correcto sería empezar a hablar de aquella bandera que el sol iluminara el 14 de mayo de 1956, en el patio de una vieja casona, que lentamente comenzó a flamear, mientras la luna blanca pintaba de plata, algo que con el correr del tiempo sería una escuela, la escuela primaria Nº 156 "Doctor Guillermo Páterson". Es el tiempo de la reflexión ¿Qué pretendemos de la educación argentina? Porque si nuestros planes son para un año simplemente nos dediquemos a sembrar trigo. Si nuestros planes son para diez años, plantemos árboles. Pero si nuestros planes son para otros 50 años o más, comencemos a mejorar las escuelas para transformarlas en espacios dignos para educar al pueblo. Escuela donde el mate cocido tan sólo se comparta porque el mate cocido es nuestro y por otra parte es rico y no porque los alumnos no comieron nada desde la noche anterior. Escuela donde los padres asuman responsablemente la necesidad de acompañar la educación de sus hijos. Escuelas que contribuyan al crecimiento de los pueblos". Nada más oportuno que comenzar esta nota con aquellas sabias palabras que expresara el docente René Santillán, una de las grandes personalidades que tuvo la hidalguía de guiar los destinos de la institución educativa, en ocasión de celebrarse el medio siglo de viva presencia en la comunidad esperanceña.

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"Quizás lo más correcto sería empezar a hablar de aquella bandera que el sol iluminara el 14 de mayo de 1956, en el patio de una vieja casona, que lentamente comenzó a flamear, mientras la luna blanca pintaba de plata, algo que con el correr del tiempo sería una escuela, la escuela primaria Nº 156 "Doctor Guillermo Páterson". Es el tiempo de la reflexión ¿Qué pretendemos de la educación argentina? Porque si nuestros planes son para un año simplemente nos dediquemos a sembrar trigo. Si nuestros planes son para diez años, plantemos árboles. Pero si nuestros planes son para otros 50 años o más, comencemos a mejorar las escuelas para transformarlas en espacios dignos para educar al pueblo. Escuela donde el mate cocido tan sólo se comparta porque el mate cocido es nuestro y por otra parte es rico y no porque los alumnos no comieron nada desde la noche anterior. Escuela donde los padres asuman responsablemente la necesidad de acompañar la educación de sus hijos. Escuelas que contribuyan al crecimiento de los pueblos". Nada más oportuno que comenzar esta nota con aquellas sabias palabras que expresara el docente René Santillán, una de las grandes personalidades que tuvo la hidalguía de guiar los destinos de la institución educativa, en ocasión de celebrarse el medio siglo de viva presencia en la comunidad esperanceña.

Y como todo, incluso la vida misma, está signado por un principio y un final, por un punto de partida y otro de llegada, hoy, el antiguo e histórico edificio de la escuela primaria N" 156, llegó a su final. Esas legendarias paredes, que por más de cinco décadas cobijaron a miles de rostros infantiles y otros tantos corazones de docentes comprometidos con su noble misión, concluyen su etapa. ¡Misión cumplida!, dirán aquellas paredes de adobe, mientras los esperanceños con lágrimas en los ojos y una cierta mezcla de dolor y resignación, pronuncien su nombre y un sincero gracias! cuando vean las vean sucumbir y transformarse en escombros.

Pero más allá de este hecho necesario, hay una marcada esperanza que sobre los cimientos de toda esa historia vivida y escrita por más de medio siglo, renazca un nuevo edificio, que cumpla la sagrada misión de ser refugio del saber para las nuevas y futuras generaciones.

El compromiso

Será responsabilidad de las autoridades, cumplir con el compromiso de tener en 365 días, erigido el nuevo edificio de la escuela primaria N° 156, pero también será responsabilidad de la comunidad toda, velar para que la acción se concrete, haciendo un seguimiento exhaustivo de los trabajos.

La mudanza ya se ha realizado, vacío quedó el viejo edificio y en sus paredes, sentidos mensajes de agradecimiento de todos los alumnos que en el presente ciclo lectivo, fueron los últimos que lo habitaron. Las "porteras", como les gusta que la llamen, se despidieron también de su antigua y precaria cocina y del inseparable amigo, aquel horno de barro, que también supo brindar sus servicios para alimentar a los niños. Y antes de despedirse, se sentaron en la vieja galería para compartir junto a nuestro diario, el último mate cocido.

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