Pero no iba a tardar mucho en conseguir una historia, porque en el atrio de la iglesia vi un platillo volador. Era una nave de modelo clásico cuyas luces titilaban como si fuera una kermese. Bajo la carrocería circular, un enanito verde lidiaba con una de las patas de la nave. No parecía ser peligroso y me le acerqué.
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Pero no iba a tardar mucho en conseguir una historia, porque en el atrio de la iglesia vi un platillo volador. Era una nave de modelo clásico cuyas luces titilaban como si fuera una kermese. Bajo la carrocería circular, un enanito verde lidiaba con una de las patas de la nave. No parecía ser peligroso y me le acerqué.
Ya no los hacen como antes, me dijo como si me viera por la espalda. Luego, golpeando la carcaza con sus dedos largos, agregó que es todo de plástico. ¿Cómo creen que va a aguantar un viaje desde la Nebulosa de Andrómeda? Y usted viera lo poceado que está el pavimento para el lado de Saturno, pero pese a todo lo hicimos, dijo con algo de orgullo.
Luego se sentó sobre el muro bajo que da sobre la calle Lavalle, y siguió diciendo que la orden que tenían era llegar a Tilcara sea como sea. Mientras me lo decía, me llamaba la atención que a nadie le llamara la atención ver un platillo volador con su enanito verde en el atrio de la iglesia.
Usted verá, me dijo masticando un pedacito de piedra como si fuera blanda. Recibimos los mensajes de su gente antes de salir, hicimos el bolso y nos vinimos. ¿Y cuanto le ponen desde su planeta hasta Tilcara?, le pregunté tratando de tomarlo de la manera más normal posible.
Cuatrocientos y tantos años, me dijo mirando el reloj que llevaba en la pulsera. Y en todo este tiempo no sabe las ganas que me vinieron de tomarme una birra, dijo buscando para un lado y para el otro girando ese cuello verde y bastante más largo de lo que los humanos tenemos por bello.