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10 de Septiembre,  Jujuy, Argentina
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María y san la muerte

Jueves, 19 de septiembre de 2013 12:47

Le cuento algo para entender de qué le hablo, me contaba el comisario cuando hablaba de esa joven presa por matar a un hombre. La segunda vez que la visité en el penal, me dio una carta para que lleve a un santuario de la Virgen. Era una carta doblada en cuatro, acaso con la inocente intención de que no la lea.

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Le cuento algo para entender de qué le hablo, me contaba el comisario cuando hablaba de esa joven presa por matar a un hombre. La segunda vez que la visité en el penal, me dio una carta para que lleve a un santuario de la Virgen. Era una carta doblada en cuatro, acaso con la inocente intención de que no la lea.

Su letra era aún infantil y junto a su firma había dibujado una flor. Le prometía no sé qué a cambio de su libertad, y usted verá, Dubín, que ni siquiera hablaba de su inocencia. Ella misma parecía dar por sentado que clavó el cuchillo en la espalda de ese hombre, y yo llevé esa carta hasta los pies de la imagen de la Virgen.

Pero algunos años después, cuando ya era una mujer cuya mirada firme me intimidaba a mi, que soy comisario de la policía de esta provincia, menos como un pedido que como una orden me dio una carta para San La Muerte, y recién cuando estuve junto a su altar, a uno de los lados de una de estas rutas, la abrí para leerla.

No pedía venganza sino ese tipo de justicia que tiene que ver con el mal de aquel que nos dañó. Se refería a una de esas tantas cosas que pasan en un penal y no al crimen por el que se la había detenido, y su letra era como su rostro en aquellos tiempos: firme, de rasgos marcados e incapaz de una sonrisa.

 Usted ponga estas cosas con sus palabras, y acaso no sea bueno que diga que yo se lo conté. Pero por esa carta supe de cosas que me hicieron sentir más compasión por aquella joven. No me pida que le cuente más porque algunos de los protagonistas de este cuento siguen vivos.

 

 

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